El macroestudio, basado en 14 años de seguimiento de colonias de araos en el golfo de Alaska y el mar de Bering, documenta una disminución de entre 52 % y 78 % en las poblaciones de estas aves desde el evento. Los araos, que forman colonias densas de cientos de miles de individuos, muestran cifras drásticamente reducidas sin signos de recuperación.
La ola de calor afectó profundamente la cadena alimenticia marina, lo cual redujo las poblaciones de fitoplancton y, consecuentemente, de peces forrajeros esenciales para las aves marinas como los araos. Entre 2015 y 2016, estas aves murieron de inanición en grandes cantidades, con 62 mil cadáveres encontrados en playas desde Alaska hasta California, y una mortalidad estimada que alcanzó los 10 mil millones de cangrejos de las nieves en el mar de Bering.
Poblaciones clave como el bacalao del Pacífico y las ballenas jorobadas también experimentaron declives significativos, mientras que otras especies permanecieron neutrales o incluso prosperaron, lo cual revela las propias complejidades de estas perturbaciones climáticas. Qué duda cabe, la velocidad y magnitud de este colapso poblacional son impactantes y sugieren cambios fundamentales en el ecosistema que dificultan la recuperación.
Al respecto, investigadores como Heather Renner y Brie Drummond destacan que eventos como Blob reflejan el impacto directo del calentamiento global en la biodiversidad, así como en comunidades costeras que dependen de ecosistemas marinos productivos, lo cual exacerba el estrés sobre ecosistemas debilitados. Aunque los araos comunes no están en riesgo inmediato de extinción, su drástica reducción es un recordatorio de la fragilidad de los sistemas marinos.