A los 15 años lo retomó. Se interesó en dos cosas, por un lado, ingresó al coro juvenil de la iglesia y, por otro, en formar grupos musicales, constituyendo una banda de rock y haciendo 'covers' o reinterpretación de alguna pieza.

"En realidad, lo que a mí me gustaba era la música", menciona, al señalar que en su parroquia a quienes tenían interés por este arte la opción principal que tenían era aprovecharlo en la iglesia, que "era de los pocos lugares" donde poder desarrollarlo.

De la academia a las tradiciones

Tras terminar su secundaria, ingresó a la universidad, graduándose en 2016 de licenciado instrumentista en música contemporánea, mención piano. El énfasis estaba en el jazz.

"Yo creo que en la mitad de la carrera me di cuenta que el jazz no es tanto como de mis estilos, como lo que yo escucharía o escucho todos los días. O sea, como que siempre estuvo en mí esto de la música ecuatoriana, como que en el subconsciente", dice Kaifo, al señalar que cursó en una de las universidades más elitistas del país, donde el enfoque estaba, al menos en ese momento, "más orientado a la música americana (estadounidense)" o "a la música más global".

Por ello, una vez que se graduó se dedicó de lleno a investigar sobre la música ecuatoriana y ejerció la pedagogía. Cuenta que en 2016 fue al Valle del Chota, situado en los límites entre las provincias de Carchi e Imbabura, al norte de Ecuador, donde tuvo contacto con el género e instrumento de percusión llamado Bomba del Chota. "Es un estilo musical afroecuatoriano, afroserrano", enfatiza.

"Para mí fue como un golpe en la cara, así como ¡guau, suena increíble esto!, y no tiene nada que ver con la academia. Me hizo caer en cuenta la desconexión que yo había tenido, digamos, en estos años de estudio. Me parecía irónico estudiar música gringa y sacar una licenciatura en eso, pero no saber mucho de lo que estaba pasando con la música del Valle del Chota, que queda como a unas siete horas, digamos, de mi lugar de residencia", comenta.

Ese choque lo impulsó a empaparse más en lo local y estudiar la música de su propia Alóag, del vecino Machachi, de Cotacachi, del Valle del Chota y de otras localidades del país, juntándose con grupos tradicionales. "Me dediqué más a investigar, a hacer grabaciones caseras (…) Me empapé de muchas partituras, estudié a muchos compositores", relata. Con su bagaje académico, partió sus averiguaciones desde las bases.

Su estilo

Después de tres años de investigación, en 2019 nace Kaifo. El nombre, detalla, lo adoptó de un "pana" o amigo que acompañaba en las fiestas que se armaban en el Valle del Chota. "Era muy buena onda. No tocaba, digamos, así como el nivel de los músicos que hay allá, (pero) me llamó la atención ese nombre, porque mi nombre es Carlos Asimbaya, entonces, Kaifo como que medio se acerca, digamos, a eso", menciona.