Internacional
Así era la habitación en la que murió el papa Francisco (+Fotos)
El sumo pontífice tenía todo lo que necesitaba
25 de abril de 2025
Internacional.- "Que un Papa haga vida normal ya es un hecho extraordinario”, repetía Monseñor Guillermo Karcher, mano derecha de Bergoglio, quien decidió residir en la Casa de Santa Marta porque le gustaba estar cerca de la gente.

Él mismo solía explicar que sin gente no podía vivir y que necesitaba vivir su vida junto a los demás, rompiéndo así la tradición papal de afincarse en el Palacio Apostólico Romano, construido en 1589 y repleto de mármoles, frescos y oro. Para más, dentro del complejo de 129 suites que queda a un kilómetro del lugar en el que solían vivir los sumos pontífices, eligió morar en una austera habitación “de huéspedes”.


Así era el austero hotel donde vivió Francisco

En un rincón discreto del Vaticano, se levanta la Domus Sanctae Marthae, mejor conocida como la Casa de Santa Marta. No tiene frescos de Miguel Ángel ni balcones imperiales. Pero ahí, en el segundo piso, en la habitación 201, vivió Francisco I. No entre tronos ni alfombras rojas, sino entre paredes blancas, una cama simple y un crucifijo de madera.

Santa Marta es un exhospicio nacido del cólera, mandado a construir en 1881 por León XIII para alojar enfermos cuando Roma colapsaba. Durante la Segunda Guerra, sirvió de refugio para judíos perseguidos y diplomáticos exiliados. Pero fue Juan Pablo II quien la transformó en lo que es hoy: un hotel para cardenales, con 129 habitaciones y una capilla futurista donde todas las mañanas, Francisco oficiaba misa como uno más.



Y ahí eligió quedarse. Mientras el departamento pontificio lo esperaba con sillones de terciopelo y vista al Vaticano, tras el "Habemus Papam" que lo erigió como Sumo Pontífice, Bergoglio desistió y rompió con una tradición que tenía 110 años. Lo hizo por cercanía, por convicción y por un estilo de vida que desde entonces ha desafiado la pompa del poder vaticano con una conmovedora sencillez.

Los "lujos" del Papa

En la habitación 201, el Papa tenía todo lo que necesitaba. Una cama individual, un perchero, una silla, un baño con ducha y una ventana enorme por donde entra la luz de Roma. Su escritorio está justo al lado, con libros en italiano, alemán y francés, una mesa de madera, una cruz sin ornamentos y un sillón rígido (obligado por la ciática). Sus únicos lujos: una escultura de San José, otra de la Virgen de Luján, su mate y discos de Gardel y Beethoven. También contaba con una pequeña heladera.



Cuando se supo que no se mudaría al Palacio Apostólico, muchos pensaron que era un capricho pasajero. Un gesto simbólico. Pero allí, en la casa de huéspedes para el clero y los cardenales durante los cónclaves, es donde vivió desde el 13 de marzo de 2013 hasta sus de sus doce años de Papado. Eligió como nombre pontificio el de San Francisco de Asís, y no fue una pose: Abrazó la austeridad desde el minuto cero, y la transformó en modo de vida.



Pocos días después de su elección, el vocero vaticano Federico Lombardi lo dijo sin rodeos: “Fue una decisión libre, personal. El Papa prefiere vivir con otros. Siempre necesitó esa cercanía, esa vida compartida”. Francisco convivió con sacerdotes de todo el mundo, que van y vienen como huéspedes. Incluso compartió techo, mesa y sobremesa con un viejo amigo porteño: Abraham Skorka. El rabino lo definió así: "Un hombre de una sola pieza, directo, sin eufemismos".

Distribuida en cinco pisos, la residencia Santa Marta cuenta con 129 habitaciones: 106 suites y 22 habitaciones dobles y un departamento, donde vivió el Papa. Francisco ofrecía a diario misa en la moderna Capilla de Santa Marta, conectada con el edificio, que se destaca por su techo irregular y casi futurista. Fue en este santo recinto donde se ofició el velatorio privado a cajón abierto.

Así era la rutina diaria del papa Francisco

Temprano inicio del día: Su jornada comenzaba a las 04:45. Al despertar, tomaba su Breviario (libro de la liturgia católica) y hojeaba el testamento de su abuela Rosa que guardaba adentro, al que consideraba una oración, y meditaba en soledad como buen jesuita.

Misa matutina: A las 06:45, solía comenzar sus actividades un cuarto de hora antes de lo normal e iniciaba la misa en la capilla de la Casa de Santa Marta. A esta misa asisten habitualmente ochenta personas como mínimo (cuarenta residentes y setenta trabajadores). Al finalizar la ceremonia, los saludaba individualmente y a veces compartía banco con ellos frente al altar.

Desayuno y lectura de diarios: A las 08:15, se dirigía al comedor para su oración de Acción de Gracias y tomaba un desayuno consistente en café con leche, dos cucharaditas de azúcar, pan, mermelada (o a veces dulce) y yogur light. Luego, a las 08:45, leía los diarios L’Osservatore Romano, Corriere della Sera y La Repubblica. El Papa no usaba internet y el objeto más parecido a un celular que utilizaba era un teléfono inalámbrico.



Audiencias matutinas: Las audiencias relacionadas con su cargo solían comenzar a las 10:30. Él manejaba su agenda y horarios, pudiendo iniciarlas incluso a las 9:00 si lo consideraba oportuno. Solo pedía traductor cuando desconocía el idioma de su interlocutor, algo que era poco frecuente ya que hablaba español, italiano, francés, alemán e inglés.

Almuerzo en el comedor común: A las 13:30, volvía al comedor para almorzar. Como la casa de Santa Marta tiene 129 habitaciones, al mediodía solía haber más de cien personas comiendo. Francisco pidió que no le reservaran mesa a esa hora: solía buscar una silla libre para sentarse. Por recomendación médica, su dieta incluía menos pastas y más verduras y frutas. Bebía y vino tinto común.

Mate y correspondencia: A las 15:00, regresaba a sus aposentos donde tomaba mates amargos cebados en un termo que le regaló un sacerdote argentino. Luego abría las cartas que recibía.



Audiencias vespertinas: A diferencia de las matutinas, las audiencias de la tarde no eran públicas y en ellas recibía a personas más cercanas a su círculo de amistad que a su cargo.

Oración de Vísperas: A las 19:00, entregaba una oración a las Vísperas, léase un servicio litúrgico que se celebra en la noche.

Cena y sobremesa: Cenaba en el comedor, nunca en su habitación, intentando seguir su dieta. Disfrutaba mucho de la sobremesa, algo que no se perdía por nada del mundo.

Lectura y música nocturna: A las 21:30, subía a su habitación para leer. También escuchaba tango (especialmente a Carlos Gardel) y música clásica (Mozart y Beethoven). No usaba radio ni veía TV.

Final del día: A las 23:00, apagaba la luz después de observar su crucifijo y las esculturas de la Virgen de Luján y San José. Solía dormirse rezando.


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VÍA Equipo de Redacción Notitarde
FUENTE Agencias