La imagen de un gringo de sombrero de fieltro, revólver al cinto y un chaquetón arrugado protagonizando exploraciones y aventuras en tierras exóticas recuerda a todo el mundo a Harrison Ford en su personaje ficticio de “INDIANA JONES”, pero pocos saben que Indiana Jones fue inspirado en un personaje de la vida real, el explorador norteamericano Hiram Bingham, el descubridor de las famosas ruinas perdidas de Machu Pichu. Pero todavía son menos los que sabe Bingham, el Indiana Jones de la vida real inició su extraordinaria carrera de exploraciones y descubrimientos nada menos que en la llanura de Carabobo, en nuestra Venezuela, para finalizar en la exploración de Machu Pichu que lo hizo famoso mundialmente.
De todas estas aventuras dejará un libro ricamente ilustrado con muchas fotografías llamado “Diario de una Expedición cruzando Venezuela y Colombia 1906-1907.”
Hiram Bingham era un extraordinario sujeto que llevaba una doble vida: por una parte era un distinguido catedrático de las universidades de Yale, Princeton y Harvard, profesor de historia de Latinoamérica, pero también era explorador y aventurero. A todas estas actividades hay que sumarle las de fotógrafo, militar, aviador, héroe de guerra, senador, escritor, y admirador de Bolívar y Páez, entre otras cosas.
En su carácter de historiador de la América del Latina, Bingham se sintió cautivado por las proezas militares de Simón Bolívar, cuyas campañas estuvo estudiando por ocho años en las universidades norteamericanas, pero sostenía que no se habían encontrado ni mapas de los lugares de las batallas ni recuentos fidedignos de estas acciones. Su interés lo llevó a organizar un primer viaje a Suramérica, a Venezuela y Colombia en el año de 1.906 para poder conocer in situ los lugares donde se habían desarrollado las marchas y batallas de Bolívar y su punto de partida es Valencia.
Bingham llega a La Guaira y pasa varios días en Caracas, conociendo la ciudad, a diplomáticos e historiadores y preparando su expedición.
Antes partir, sus amigos le hacen ver su temor por lo incierto de su viaje, le dicen que temen que no logre llegar y estar temerosos de su destino. Ninguno de los extranjeros con quienes ha tratado jamás han llegado llano adentro. Relata sobre su equipo; teodolitos, prismáticos, compases, sextante, cocina de campaña, linternas, sillas de montar, mecates, hamacas, tiendas de campaña, mantas, raciones de emergencia como café, chocolate, azúcar, sal, equipos quirugicos, un winchester y un máuser, dos escopetas, tres revólveres y abundante munición, unos pocos mapas y la ropa necesaria etc.
Sale el tren alemán de Caracas el 3 de enero a las 8am, se queja de que le obligan a pagar exageradamente un sobrepeso que no es tal. Protesta por lo que considera un ultraje: 65 dolares de Caracas a Valencia. Describe el viaje por cañaverales y un bello valle densamente cubierto por un follaje tropical alternado con diversas plantaciones y montañas de lado y lado. Cuenta hasta noventa túneles, ninguno muy largo. Luego, el Lago de Valencia con un solitario vapor, una parada abrupta del tren por un sujeto dormido en el medio de los rieles y por fin llegan a Valencia.
Para el 8 de enero compra las 5 mulas necesarias luego de galopar con ellas en el centro de la ciudad para verificar su condición. Dice que la gente es amable. Conoce a Don Carlos Stelling, cuyo abuelo materno luchó en Carabobo. En Caracas y Valencia aceptan billetes de banco, pero para llano adentro tiene que llevar plata u oro, le han advertido. Las monedas de oro (onzas) son españolas del s. XVIII y mexicanas, peruanas y colombianas. Las de plata son venezolanas.
En Valencia se hospeda en un hotel de un italiano que había viajado por Magadascar, Australia, China y California, que tiene habitaciones descuidadas, pero comida excelente. No dice el nombre ni del italiano ni de su hotel. Compran una carreta fuerte y contratan a un cochero, Rafael Rivas, recomendado por Stelling, quien ha viajado hasta Barinas y está dispuesto a viajar hasta el Arauca. Mientras termina de apertrecharse explora la ciudad y se monta en el campanario de la Catedral, desde donde logra varias de las primeras fotografías desde una altura de la ciudad.
El 10 de enero están listos a las seis de la mañana para partir, pero el cochero no aparece hasta las once porque había ido a despedirse de toda su familia. A lo largo de todo el libro se queja de la impuntualidad de los venezolanos, que nunca salen temprano. Luego de horas de camino, hacen parada en una agradable posada a las afueras de Tocuyito. Se instalan finalmente en su primer objetivo; lo que suponen es el sitio de la batalla de Carabobo, señalado por un hito colocado por el gobierno de Castro, encuentran a un tuerto vagabundo, “el bohemio Bernardo” Recorren colinas y valles, Bernardo los lleva hasta la colina de Bellavista (Buenavista) Bingham tiene especial interés en encontrar la pica por donde la Legión Británica pudo alcanzar el valle para dar batalla a los realistas.
En Carabobo permanece varios días explorando y alternando con caballeros cazadores que vienen desde Valencia a cazar venados. En sus exploraciones por el Campo inmortal conoce simpáticos ancianos, casi centenarios que tratan de engañarlo alegando que vivieron los tiempos de la batalla.
Allí conoce a Don Alfredo Pietri, quien lo lleva a los lugares por donde posiblemente incursionó la Legión Británica para llegar a enfrentar a las tropas españolas y en el recorrido encuentran antiguas armas de la guerra.
Comenta con ironía que un historiador venezolano le ha dicho que considera una pérdida de tiempo el recorrer el campo de batalla y que él ha escrito mucho sobre la misma, pero que jamás ha ido a Carabobo.
El 21 abandona el Campo de Carabobo, siguiendo la ruta del río Chirgua, llegan a Tinaquillo, Guamita, rio Tamanaco, Macapó y de allí atravesará todo el occidente venezolano, hasta llegar a Colombia, haciendo la ruta de la Campaña Admirable de Bolívar, pero en sentido inverso.
Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo
@luishmedinac