Opinión
César Burguera: La locura del baboso Miguel
"Semanalmente, Miguel “El Loco” aparece en una desordenada habitación, con manchadas paredes, desbordada de incontables desechos"
15 de noviembre de 2022
Opinión.- El loco Miguel

Semanalmente, Miguel “El Loco” aparece en una desordenada habitación, con manchadas paredes, desbordada de incontables desechos, malolientes excrementos y desordenados papeles. Allí procede a postrar su mórbido cuerpo sobre una débil silla, que está condenada irremediablemente a ceder ante tan desproporcionado volumen corporal. Miguel “El Loco” se presenta sin la más básica noción de aseo personal, su desfigurado rostro nos advierte que la ducha se ha convertido en tan solo un breve ejercicio quincenal. Su holgada vestimenta presenta severos signos de haber sido sometida, de manera demoledora, a verdaderas comilonas, ya que se encuentra impregnada de toda una suerte de variadas salsas y aderezos que atentan contra el color original del ropaje. Su dentadura asume, hasta con cierto desenfado, una preocupante tonalidad amarillenta y es que aquella melódica advertencia de que “Los dientes de arriba se cepillan hacia abajo y los dientes de abajo se cepillan hacia arriba” parece no haber calado en la inmunda cavidad bucal de Miguel “El Loco”. Una computadora es vilmente arrinconada contra la pared de la pequeña habitación para iniciar el trabajo que le han encomendado, previamente verificando que se haya concretado el pago móvil prometido por sus mecenas que van desde frustrados y desesperados dirigentes hasta cualquier local autoridad con su diligente “Jiménez”, quien lleva a cuestas la pesada mochila y nuevamente hacen indebido uso del erario municipal. Miguel “El Loco”, con un descomunal emparedado, envuelto en un arrugado papel de aluminio que hace armónico juego con su lozano semblante, empieza su febril actividad por descalificar, desprestigiar a través de delirantes relatos, de fantasiosos cuentos que solo pueden tener resonancia en su misma demencia. Pero hay un extraño o pagano rito que asume Miguel “El Loco” y que consiste en no adoptar una posición cualquiera, sentado, de pie o acostado, sin rodearse previamente de un círculo que traza con una tiza. Lleva siempre una tiza consigo, que reemplaza con un carbón cuando sus descubiertos mecenas no le envían puntualmente su mesada, también se hace acompañar de un rígido palo de aquella vetusta escoba, tal vez para satisfacer, en solitario, los incontrolables reclamos de sus estridentes deseos sexuales. Y es que Miguel “El Loco” con sus supuestas verdades es uno de esos bufones asalariados que se encargan de hacer reír a sus financistas cuando el remordimiento o el hastío los obsesiona. El sonido del digital teclado le resulta agobiante, por ello procede a engullir aquel dantesco emparedado y nuevamente saltan, como en un desesperado escape, todo un festín de aderezos y trozos de mordidos alimentos hacia su grasiento atuendo que en alguna oportunidad estuvo diseñado con un delicado tocado de cuernos, para siempre recordarle su desdichado pasado marital y allí poder encontrar la directa causa de las muy especiales condiciones de vida que este infeliz sufre desde hace tantos años, es su demencia, su inocultable síntoma de constante frenesí. Por ello es que Miguel “El Loco”, ese viejo y rechoncho burro es azotado, fustigado sin piedad, por mera diversión, por el gusto de ver si se encabritaba un poco o al menos levantaba un centímetro las orejas gachas, o da alguna señal de levantar su abultada pata. Soporta los azotes y pinchazos crueles y no levantará la voz, como siempre sin resollar, como si no lo tocaran, o mejor, como si no los sintiera, acostumbrado desde hace años a los continuos y solemnes bastonazos de su infortunio y miseria. En su desquiciada soledad anhela que su rostro se le ensanche de pronto. Suplica que sus anteojeras se le caigan de repente. En fin las verdades de Miguel “El Loco” se confunde en Chachopo o Apartaderos, en aquellas majestuosas montañas andinas, para caminar junto a Luz Caraballo y proceder a la diaria labor de contar luceros “Cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez”.

Los blancos forajidos

De manera casual surgió el afligido poema de “La Loca Luz Caraballo”, obra del talento de Andrés Eloy Blanco, quien supo conjugar su condición de hombre de letras con la de dirigente político de Acción Democrática. Ante ello nos corresponde hacer mención de dirigentes que en la actualidad señalan ser pertenecientes a la tolda blanca y activos miembros del carismático cónclave del G4. Cae la tarde en Caracas. Un famélico hombre, ya entrado en años, hace uso de una delicada mecedora y su mirada perdida se extravía en sus propios errores y desaciertos. El terrible fantasma de la muerte lo acecha, ya le ha advertido de lo inminente a través de varios eventos que decantan en urgentes intervenciones quirúrgicas, que tan solo retrasan, brevemente, su despedida de este plano terrenal. Añora, con válida melancolía, aquellos pretéritos tiempos que se presentaba como la única referencia del partido de Betancourt o Gallegos. Era el otrora alto jerarca de AD. Pero su tiempo pasó. Un tembloroso y agobiado anciano, le arribo la prudencia para transmitir a sus descendientes el oportuno consejo de que “Cuando se detenga el caminante, no se detenga el camino” y así los involucró como partícipes en cuestionados negocios con importantes empresas básicas estatales. Igualmente solicitó que sus restos descansaran en su ciudad natal y para ello dispuso que dos dirigentes de Carabobo, fueran los que se encargaran de la lúgubre encomienda. El octogenario jefe del reducido grupo del G4 observa cómo sus ungidos compañeros de tolda en la región asumen la misma conducta que sus descendientes en el arte de convertirse en verdaderos forajidos. Es su mismísimo comisionado nacional y con quien comparte vínculos de solidaria consanguinidad, hoy escondido detrás de un escaño en el parlamento regional como legislador suplente para alegar una supuesta inmunidad parlamentaria y así poder evadir las consecuencias de ser el cabecilla de una banda que se ha dedicado a la extracción de costosos filamentos, comprometiendo el funcionamiento de áreas medulares como suministro eléctrico y comunicación. El “Hurta Cables” sabe que lo acosa el Ministerio Publico y los Tribunales. Insiste en realizar llamadas para asegurar resguardo. En Carabobo no habrá espacio, ni cabida para la impunidad. Surge la blanda o blanca edil, que se ha convertido en insustituible operadora del alcalde de Valencia en desautorizadas mancomunidades en materia de transporte con cuestionadas alcaldías. Igualmente sigue operando como eficiente “Concierge” de la inmensa casona enclavada en el Trigal Sur, teniendo como apremiante labor organizar el pronto enlace eclesiástico del burgomaestre capitalino, por ello realiza estricto seguimiento a la contratación de orquestas, cantantes para amenizar la romántica velada y de calificadas agencias de festejos que garanticen la óptima atención de los privilegiados invitados. Cuentan que Lorenzo Mendoza y el blanco oso de la empresa Polar correrán con todos los gastos del fastuoso ágape. La edil blanca, con las llaves de la enorme casona procede a realizar una llamada a Caracas, donde solo se le llegó a escuchar “Tranquila Diana, tú estás pegada en este negocio”. Y esa es la verdad.


Por César Burguera

Sigue la información minuto a minuto en nuestro Telegram Instagram Facebook Twitter ¡La noticia en tus manos!
VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde