¡Así son los criterios de Dios tan diferentes de los criterios humanos! Pero ¿nos damos cuenta de que, para heredar el Reino de los Cielos, debemos tener los criterios y actitudes de las Bienaventuranzas?
“Dichosos, los pobres de espíritu”. No se refiere el Señor necesaria o exclusivamente a la pobreza material, sino a una pobreza “de espíritu”, la cual consiste en poner nuestra confianza en Dios y no en nosotros mismos. Es estar convencidos de lo que Dios es y lo poco o nada que somos nosotros ante Dios. Por cierto, la pobreza material es causa de felicidad sólo si nos lleva a esa actitud interior de pobreza de espíritu.
“Dichosos los que lloran”. Se refiere esta bienaventuranza a los que sufren como el Señor desea: no rechazando el sufrimiento sino aceptándolo en imitación a Cristo, y dándole valor redentor, como nos indicó San Juan Pablo II en su Encíclica sobre el sufrimiento humano.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”. Justicia en el contexto bíblico significa “santidad”. Así que el Señor nos está hablando de tener hambre y sed de “santidad”. Y desear ser santos es buscar la voluntad de Dios y no la propia, y esto nos lleva a la verdadera felicidad.
“Dichosos los misericordiosos”. Somos pecadores y le fallamos a Dios continuamente, por lo que estamos necesitados de la misericordia divina. Ser misericordiosos también nosotros es ser tolerantes y saber perdonar y excusar a los demás.
“Dichosos los limpios de corazón”. Consiste en buscar a Dios por lo que Él es, tener rectitud de intención, honestidad interior.
“Dichosos los perseguidos por causa de la justicia”. No se refiere esto a todos los presos o perseguidos por cualquier causa o por haber cometido un delito. Aquí “justicia” se refiere también a “santidad”. El Señor explica esta última Bienaventuranza en la frase que le sigue: “Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía”. Es decir, son bienaventurados los perseguidos por seguir a Cristo, por tratar de ser santos. Y esto se refiere al martirio y a las persecuciones religiosas, pero también a las críticas que reciben aquéllos que ponen a Dios en primer lugar.
Las Bienaventuranzas son actitudes exigentes, aparentemente inhumanas. Son regalos del Espíritu Santo, para aquéllos que estén convencidos que son el Camino que lleva a la felicidad eterna del Cielo.
¿Por qué y para qué del sufrimiento humano?