Cita con la historia: Medicina y farmacia en la antigua Provincia de Carabobo
En esos tiempos las madres parían en sus propias casas, normalmente atendidas por parteras y sólo en casos de partos muy complicados acudían a un médico
Opinión.- La llamada “Provincia de Carabobo” existió desde 1824 hasta 1864, cuando desaparecen las provincias y con la nueva constitución federal aparecen los estados. Aquí traemos algunas notas relativas al desarrollo de los servicios de salud en aquellos tiempos.
Nos resulta difícil entender el reducido número de médicos, farmacias y hospitales que había en aquella Provincia de Carabobo. En esos tiempos las madres parían en sus propias casas, normalmente atendidas por parteras y sólo en casos de partos muy complicados acudían a un médico. Los galenos recetaban a los enfermos en sus propias casas e incluso les hacían la mayoría de las cirugías, cuando estas eran estrictamente necesarias. Había un solo hospital, el “de la Caridad”, un viejo nosocomio de tiempos hispanos, llamado antiguamente “San Antonio de Padua”. En esos tiempos no existía un “Ministerio de Sanidad” y la salud pública estaba a cargo de las municipalidades, con alguna colaboración de la autoridad de la provincia.
En la Provincia de Carabobo (que incluía a todo Cojedes, a Nirgua y a Ocumare) según una relación estadística de 1833 había sólo 27 médicos. De ellos apenas 14 ejercían en Valencia. Entre los nombres de aquellos profesionales vemos muchos que nos resultan familiares: Manuel María Zuloaga, quien fue tío del Dr. Alejo Zuloaga, fundador de la Universidad de Valencia, muchos años después. También está Eduardo Celis, antepasado de los reputados homónimos galenos del siglo XX. En esa estadística también encontramos en Puerto Cabello al Dr. Oswaldo Knoch, hijo del famoso Dr. Gotfried Knoch, quien en las inmediaciones de Caracas, embalsamaba cadáveres recordados como “las momias de Galipán”. En Guacara, Montalbán y Bejuma apenas había un médico en cada uno.
En cuanto a las farmacias, llamadas “boticas” en ese año de 1833, apenas había 23 en toda la provincia. Los nombres de los farmaceutas nos vuelven a ser familiares, porque con el transcurrir de los años sus herederos continuarán con el oficio, entre ellos reconocemos a Francisco Ignacio Romero, padre del gran cirujano valenciano del mismo nombre y abuelo de los recordados “morochos” Romero. También entre los primeros farmaceutas encontramos a Feo, Borges, Vizcarrondo, Minguet y a Eudoro López, mi tatarabuelo, padre de mi bisabuela Ismenia López. En Puerto Cabello estaban Espinoza, Veliz, Escarrá y Stürup. Había 2 en Montalbán y 2 en Bejuma. Uno en Guacara. Todos estos habían obtenido su título de farmaceuta, pero en aquellos tiempos no se estudiaba farmacia como una profesión en la universidad, sino que para obtener el título legal de farmaceuta, el aspirante tenía que rendir un examen en una universidad ante un jurado de médicos, que lo sondeaban detenidamente sobre sus conocimientos. Sólo así podía ejercer la farmacia. Pero no se vendían medicinas patentadas, sino que aquellas boticas eran verdaderos laboratorios químicos donde el farmaceuta fabricaba con los elementos que había en la trastienda las fórmulas recetadas por el médico, incluso muchas veces los farmaceutas “inventaban” sus propias medicinas, así como tintes, venenos, purgantes, lociones, anticoagulantes, elíxires y pare usted de contar.
Los hospitales de 1833 y antes, eran un concepto muy distinto al del siglo XX; más que todo atendían a los muy pobres, ya que como dijimos, la gente “pudiente” era atendida por el médico en su casa, incluso en las cirugías. Al hospital acudía a veces a “bien morir”, es decir, morir por lo menos en un catre y con algo de comida, lujo que no podían tener los “sin techo”.
El Hospital de Caridad tenía un solo médico asignado por la municipalidad. Allí practicaban los muchachos de la universidad o del Colegio Nacional. En sus áreas se practicaron procedimientos novísimos para la época, tales como una novedosa técnica para lograr el cierre de las heridas por medio del colodión, practicada por el Dr. A. Lacombe en 1851 y de la primera anestesia, con cloroformo, en 1856, por los doctores Antonio José Zárraga y Horacio Cassaire.
Luis Heraclio Medina Canelón