No era perfecta esa democracia, pero era perfectible. Se daba la alternancia en el poder
Opinión .-Hoy sin duda, muchos estarán lamentándose haber construido el muro de la antipolítica y la destrucción del bipartidismo.
En 40 años de democracia y gobiernos civiles se construyó un país próspero, desarrollado, industrializado, pujante, de verticalidad social. Que llegó a tener la clase media más poderosa de América Latina, como lo hemos señalado en otros artículos de opinión reciente.
No era perfecta esa democracia, pero era perfectible. Se daba la alternancia en el poder, los Presidentes de la República se elegían con el voto popular y solo podían durar 5 años en el ejercicio, y podían volver a aspirar después de 10 años. Así en 40 años, permitió tener 5 presidencias adecas y 3 copeyanas. En muchas de esas presidencias se permitía compartir el poder con el adversario, lo que algunos llamaron el "Pacto de Punto Fijo". Hubo revueltas y alzamientos militares de las viudas del poder, pero fueron reprimidas razonablemente, y en aquellos casos de exceso de la fuerza o abuso de ella, sus responsables fueron castigados.
Tuvimos un Congreso Nacional bicameral; una cámara de diputados que representaba el número de electores por entidad federal y una del senado que era el equilibrio de las decisiones apasionadas de la cámara baja, como también se le conocía.
Éramos - como lo seguimos siendo - una economía petrolera, y por lo tanto dependíamos de los precios petroleros. Cuando estos bajaban se incrementaban los problemas sociales del país, de los cuales algunos sacaban provecho para uso personal o político y echarle leña al bipartidismo.
Una de esas cosas que surgió de los problemas de la democracia representativa fue la antipolítica, creció primero en sectores pudientes, los cuales con sus medios económicos y de comunicación a la mano, sembraron con fuerza un resentimiento en amplios sectores de la población, que hizo crecer el desprecio por la política y sus partidos. No quiero exonerar del todo la actuación de los políticos de la época; tuvieron una parte de aquella responsabilidad en el descrédito y la desesperanza, por su actuación irresponsable frente al país. Pero era la excepción, no la norma. Ese germen maligno se expandió y además creyeron que la salvación era la bota militar, que resultó siendo peor el remedio que la enfermedad.
Yo estoy más que seguro que muchos, si no todos, de los que promovieron la antipolítica, están profundamente arrepentidos de haberla estimulado. No se dieron cuenta que también se los tragaría sin piedad, y pasaron a ser las primeras víctimas del invento de la antipolítica.
Una democracia, que había permitido entregar el poder por solo 30 mil votos de diferencias a otro contenedor de diferente color. Que logró la entrega del poder a manos diferentes, que además se dio el lujo de enjuiciar a uno de los Presidentes de la República más populares que había tenido, producto de la traición y el resentimiento que ya afloraba en su seno. Que enjuició a políticos por corrupción, que castigó a quienes hicieron abusos de poder y reprimieron de manera desmesurada a focos de protestas por cualquier índole, dejaba el poder en el 98, para encauzarse por caminos laberínticos, nunca antes conocidos por nuestros pueblo.
Hoy cuando las elecciones presidenciales deberán ser, la válvula de escape del descontento de turno, como lo fueron en aquella "Cuarta Republica", se han convertido en todo lo contrario. Seguimos teniendo esperanza en esta amada patria, que algun día retome otra vez el camino del desarrollo y la prosperidad, en un verdadero ambiente de respeto a las libertades públicas y al verdadero deseo de cambio, impreso de manera insoslayable en el voto. Que no sea la polarización emocional la que nos empuje por derroteros desconocidos, si no la valoración cierta y verdadera, de quienes representan el cambio en paz, bajo el guión insustituible de la tolerancia política y la honestidad.
Creo perdimos una gran oportunidad de cambio producto de la soberbia, y la vanidad. Tendremos que reconstruir otra vez ese camino, cosa que no será para nada fácil.
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