Opinión
Cita con la historia: 1898 El Mocho Hernández y Queipa y la Mata Carmelera
Con el apoyo del Partido Nacionalista y prácticamente sin recursos, el Mocho inicia su campaña
9 de agosto de 2024
Opinión.- En la hacienda Queipa, al sur de Valencia, vía El Paíto, se dio inicio a uno de los movimientos populares y militares más importantes de la historia venezolana.

Era 1898. El país se encontraba gobernado por Joaquín Crespo. Crespo era un hombre de una educación elemental, que desde la más baja jerarquía había llegado general amparado por Guzmán Blanco, un dictador ególatra que se hacía edificar estatuas. El propio Guzmán lo designó como su sucesor y Crespo ejerció la presidencia por un período constitucional.

Luego en 1892 lidera la revolución “legalista” que derroca al entonces presidente Andueza Palacio, que violaba la constitución pretendiendo reelegirse de manera ilegal. Crespo hace elecciones y sale electo presidente, cumpliendo su período de 4 años con un gobierno ineficiente y corrupto, durante el cual amasa una buena fortuna. Crespo quiere violar la constitución y permanecer en el poder, pero para no parecer tan evidente, en vez de presentar su propio nombre propone a un títere, Ignacio Andrade, un sujeto sin mayores méritos y al que muchos acusaban de colombiano.

El principal candidato contrario es José Manuel Hernández “El Mocho”. Es un hombre modesto, que había tenido triunfos militares y durante una corta gestión como gobernador tuvo un desempeño intachable, que le dio muy buena reputación. El Mocho había conocido EE.UU., donde presenció una campaña electoral, de la que aprendió una manera de hacer política sin balas, con discursos, programas y convenciendo a la gente sin usar la violencia.

Con el apoyo del Partido Nacionalista y prácticamente sin recursos, el Mocho inicia su campaña. Recorre todo el país de punta a punta. A caballo, en ferrocarril, en lancha, va de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo ofreciendo sus propuestas, hablando con los vecinos y escuchando sus necesidades. La gente en todas partes colaboran, uno le presta una mula, otro le da alojamiento y comida, aquel le presta su bote para que atraviese un río. Así, con un trabajo de hormiguita hace la primera campaña electoral en Venezuela y llega a convencer a la mayoría del electorado.

Un partidario del Mocho saca las cuentas:
-Tenemos asegurado el 75 por ciento de los votos.
A lo que un crespista le responde:

Será verdad, pero el 25% que tenemos nosotros tienen las bayonetas.

Llega el día de las elecciones. Todos dan por ganador a El Mocho, pero las bandas armadas de Crespo toman las urnas y se produce una tremenda estafa electoral que falsamente adjudica a Crespo el 90% por ciento de los votos.

El Mocho protesta y Crespo al poco tiempo lo encarcela junto a sus más inmediatos colaboradores. Un día, El Mocho, escapa de Caracas y disfrazado y escondido en un baúl viene a Valencia. De aquí va a la hacienda Queipa, se declara alzado contra el fraudulento gobierno y lanza su famosa proclama donde dice:

Crespo, con felonía sin igual en los anales de nuestras libertades públicas, consumó bajo las sombras de la noche, el más trascendental de los crímenes políticos…quedó herido de muerte el sufragio e impuesto un extranjero para regir los destinos de la Patria” .

Vino la guerra. El 16 de abril de 1898 se encuentran los dos ejércitos frente a frente en un lugar de los llanos cojedeños conocido como “La Mata Carmelera”. Joaquín Crespo es un hombre gordo y alto. Debe pesar alrededor de cien kilos. Luce un vistoso sombrero blanco “de Panamá” y la típica manta que usaban los llaneros. Se monta en su excelente caballo peruano y otea el horizonte donde ya se escuchan los tiros.

Del otro lado del campo había en un árbol estaba encaramado un viejo nacionalista, veterano cazador. Lleva un enorme fusil Máuser. El hombre apoya su arma en una gruesa rama para disparar “por manpuesto”. Divisa a lo lejos un blanco que parece importante. Es un jinete de sombrero blanco con una manta que se mueve como una bandera. Lo pone en la mira, tranca la respiración y dispara.

Al otro lado, Joaquín Crespo paga con su vida la trampa electoral del 1ero de septiembre de 1897.

Por: Luis Heraclio Medina Canelón
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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde