Opinión
Buena Nueva: ¡EL COLMO!
La conducta de Jesucristo, Hijo de Dios, y de todos los que tratan de ser Santos, es como el espejo de la maldad de los malos
21 de septiembre de 2024
Opinión.- Jesús vuelve nuevamente a anunciar a los discípulos lo de su muerte que ya estaba bien próxima (Mc. 9, 30-37). El les asegura que al final resucitaría. Pero los discípulos no entendían. Seguramente hacían igual que nosotros: se aterraban por el sufrimiento y la muerte, y ni se daban cuenta del triunfo final: la resurrección.

Los Apóstoles, los más allegados al Señor, ante este asunto tan serio y delicado, usan la evasión y llegan al extremo de cambiar el tema y ponerse a discutir sobre quién era el más importante, quien sería el primero, cuando ya Jesús no estuviera.

Caminando al lado de Jesús, a Quien ya no tendrían con ellos por mucho más tiempo, hacen todo lo contrario de lo que El enseñó: dan entrada al orgullo, a las rivalidades y las envidias. Con esta actitud, hubieran podido dar paso a cualquier desorden y a toda clase de obras malas, según nos advierte posteriormente uno de ellos mismos (St. 3, 16 - 4, 3).

Por eso, Jesús les llama la atención. Y una vez en casa, haciéndose el inocente, les pregunta: “¿De qué discutían por el camino?”. Por supuesto, se quedaron atónitos sin poder responder. Luego de este silencio, les dijo: “Si alguno quiere ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”.

El, Dios mismo, el Ser Supremo, el verdaderamente más importante y primero de todos, se rebajaría y entregaría su vida misma, con un sufrimiento indescriptible, en rescate de cada uno de nosotros.

La conducta de Jesucristo, Hijo de Dios, y de todos los que tratan de ser Santos, es como el espejo de la maldad de los malos. La reacción ante esto es calumniar y criticar, para tratar de quitarlos del medio. Fue así especialmente para Jesús, pero lo es también para todo el que trata de seguirlo a El y de hacer el bien. “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Mc. 8, 34).

Los Apóstoles terminaron entendiendo lo que antes no entendían, al punto que dieron su vida por Cristo y por el Evangelio. Y nosotros ... ¿ya hemos comprendido estas palabras?

Por Isabel Vidal de Tenreiro
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VÍA NT
FUENTE Isabel Vidal de Tenreiro