El Brics no es solo un foro internacional, es una arena donde el poder se redefine, donde las antiguas reglas del juego caen ante la voluntad de nuevas fuerzas emergentes. Y ahí esta Maduro, en medio de los gigantes, no como un observador, sino como un combatiente, reclamando para Venezuela un lugar en el nuevo orden mundial. Aquí no hay lugar para la vacilación, solo para los que entienden que el futuro pertenece a los que se atreven a luchar por él.
Ustedes puede cuestionar su método, pero no se puede negar que hay una fuerza en su visión, un reconocimiento de que Venezuela debe encontrar su lugar en un mundo que no perdona la debilidad. En medio de la crisis, ha dirigido su mirada hacia el este, hacia esos países que han decidido no seguir los dictados de occidente. Maduro no ruega,avanza. No espera, actúa. Y lo hace con la fría certeza de que solo los fuertes sobreviven.
Es fácil criticar a un líder cuando los medios hegemónicos se ensañan con el , pero hay algo que los detractores deben admitir: en un momento en que el aislamiento parecía condenar a Venezuela, Maduro ha abierto las puertas del BRICS, ha caminado junto a los titanes, y lo ha hecho con la firmeza de quien sabe que la historia favorece a los audaces. Aquí no hay sumisión, hay estrategia. No hay obediencia, hay desafío.
Los BRICS, esa alianza que ahora abarca el 40 % de la humanidad, no son simplemente un refugio para aquellos que buscan evadir sanciones. Son la nueva era, la nueva guerra, y en esta guerra económica, Maduro ha mostrado que no tiene intención de quedarse en el margen. Ha establecido vínculos que prometen tecnología e innovación, y ha puesto a Venezuela en el radar de los gigantes que quieren redefinir el sistema mundial.
Uno puede no ser partidario de Maduro, pero lo que se presenció al verlo llegar a Kazán no fue la actuación de un gobernante acorralado, sino la de un estratega que ve más allá de los muros impuestos por sus enemigos. Es la lucha por la soberanía, la verdadera, la que no se mide en discursos nacionales, sino en alianzas globales. Es la batalla por un futuro donde Venezuela no sea solo un espectador, sino un jugador activo.
Así que aquí estamos, presenciando a un líder que, a pesar de las adversidades, se niega a ser relegado a las notas al pie de la historia. Maduro ha entendido lo que tantos otros no: que en el caos del orden mundial actual, la única salvación es el poder real, el poder que se gana con visión, en acuerdos multilaterales, en alianzas con aquellos que también buscan desafiar el status quo.
No se trata de simpatía o lealtad política, se trata de la fría realidad: Venezuela tiene hoy un líder que, en medio de la tempestad, ha encontrado una brújula en el este. Y mientras otros vacilan, él sigue adelante, consciente de que la historia no espera a los indecisos.
El guerrero del sur ha reclamado su lugar, y guste o no, Venezuela hoy está más cerca de una nueva era, una donde la verdadera soberanía no se proclama, sino que se conquista en el campo de batalla de las alianzas globales.