Opinión
Julie de Romero: Una Eva y dos Adán
A partir de allí la relación con el hombre tomó otra forma. Adán la desconoció, la rechazó, se desconectaron espiritual y emocionalmente, nació la culpa, la acusación, el reproche y el castigo
20 de noviembre de 2024
Opinión.- El mundo en que vivimos está en un continuo cambio. El camino que han transitado las mujeres ha sido largo, comenzando con Eva, la primera mujer, de sexo femenino. Ella vivió una trágica historia, marcada por el dolor, el engaño, la pérdida, el rechazo, el desprecio, limitada en su capacidad de liderazgo, usada como elemento reproductivo, confinada a la maternidad como su única realización y plena felicidad.

Entender a la mujer no es fácil, incluso es complicado para nosotras mismas. Porque un día fuimos expulsadas del Edén y empezamos a vagar a nuestra suerte, pagando el precio del pecado, bajo la maldición de “tu deseo será para tu marido”.

A partir de allí la relación con el hombre tomó otra forma. Adán la desconoció, la rechazó, se desconectaron espiritual y emocionalmente, nació la culpa, la acusación, el reproche y el castigo. El varón y la mujer que habían sido uno, ahora eran individuos separados, desconectados, ella perdió su voz ante el hombre y enmudeció, perdió su facultad de ser ayuda, ahora estaba en una cárcel, sola consigo misma. A esto se suman años y años de olvido, desprecio, desvaloración. Se creía que éramos menos inteligentes, menos capaces, que éramos inferiores.

Se gestaron movimientos de mujeres valientes que encontraron en la protesta, una manera de hacerse oír y valorar, nació la competitividad, el demostrar quiénes somos y lo que podemos aportar, y “si no nos valoran por lo que somos entonces nos haremos valorar”, “finalmente para eso nacimos, para ser mujeres útiles y lo vamos a demostrar”. Pero esta autoredención, esta forma de liberación, reconocimiento e igualdad desde el árbol del conocimiento del bien y el mal, ha traído más desequilibrio y extravío. Hoy se define al hombre como “el opresor” alimentando el sentimiento de “misandria”, hacia el varón y todo lo masculino.

Finalmente, seguimos buscando nuestro lugar, nuestro Edén y nuestro Adán con las mismas necesidades inherentes desde nuestra creación que son afines a nuestra naturaleza. Ser amadas, cuidadas, respetadas, valoradas y útiles.

Somos las Eva que buscamos nuestro Adán y el huerto de amor, paz y plenitud. Pero el segundo Adán ya llegó, es Jesucristo, que vino a redimirnos, perdonarnos, valorarnos y darnos un propósito para vivir. Cristo es nuestro Adán eterno. Él nos ha librado de la vergüenza, menosprecio y desvaloración. Nos dice hija, amada, princesa y la niña de sus ojos.

Hubo una mujer que la maldad quiso destruirla y la expuso frente a todos, desnuda, ultrajada, humillada, pero él solo escribía en tierra, como si no escuchara los gritos de los acusadores, “no sirve” “apedréenla” “está sucia” “es una pecadora”. Nunca levantó la mirada, no se atrevió a avergonzarla, pero levantó la voz para defenderla frente a todos. Solo tuvo compasión y amor, su amor la vistió, cubrió su vergüenza y le dijo: ¡Mujer, no te condeno, vuelve a empezar! Encuentra tu camino al Edén, donde te estoy esperando, deja atrás tu pasado, yo lo he olvidado, ven a mi encuentro, soy tu Dios y tu Señor, que te perdona y te hace nueva desde hoy. Ven y te enseñaré cosas nuevas y ocultas, descubrirás quién eres, para qué has nacido y todo lo que puedes lograr a mi lado.

¡Esa mujer somos tú y yo! Esa Eva herida somos cada una de nosotras. Ese Adán sí existe, no lo busques entre los hombres, búscalo en la cruz, mira cuánto te amó, lo que hizo por ti para salvarte del destierro y traerte a su redil.


Apóstol de la Federación C.C.N en Valencia.

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VÍA Equipo de Redacción Notitarde
FUENTE Julie de Romero