Antonio Pérez Esclarín: Liderar para servir
Lo primero no es mandar o tener poder. Es servir. Se trata de una opción personal de alguien que quiere dedicar su vida a hacer que otros se sientan y vivan mejor
Opinión.- Crece en el mundo la decepción y la desilusión ante los políticos y ante la política que, con demasiada frecuencia, se ha ido alejando de la ética más elemental y ha sido penetrada por la corrupción, la ambición y la inmoralidad, pues el ejercicio de la política se ha ido entendiendo ya no como un medio para buscar el bien común y servir a los demás, como es su objetivo y nos lo recuerda con insistencia el papa Francisco, sino como ocasión para lucrarse y servir a sus intereses y los de los suyos. Esto permite la entrada a la política de personas ambiciosas, arribistas e inescrupulosas, carentes por completo de principios éticos.
En consecuencia, la transformación humanizadora de nuestro actual mundo va a requerir de un liderazgo de servicio. La expresión líder de servicio fue acuñada por Robert Greenleaf en “The servant as a leader”, (El sirviente como líder) ensayo que publicó por primera vez en 1970, donde afirmaba que el liderazgo de servicio comienza con un sentimiento natural de que uno quiere servir, primero servir. Si aspira a liderar o a obtener poder es precisamente para poder realizar su vocación de servicio.
Lo primero no es mandar o tener poder. Es servir. Se trata de una opción personal de alguien que quiere dedicar su vida a hacer que otros se sientan y vivan mejor. Porque conoce sus fortalezas y sus debilidades, el líder de servicio se rodea de personas competentes y honestas, los mejores, único modo de lograr un servicio eficaz. Por ello, prefiere la competencia, la capacitación para el cargo, la moralidad y autonomía, al amiguismo, la ideología o la fidelidad politiquera.
Peter Senge llega a afirmar que estamos muy endeudados con Greenleaf por aportarnos este concepto, que fundamenta el liderazgo en el ser de la persona más que en su hacer. Su perspectiva también contribuye en gran medida a explicar la “falta de liderazgo” que existe en la mayoría de las instituciones contemporáneas, que están dirigidas por personas que han ascendido a posiciones de autoridad debido a sus capacidades técnicas o de toma de decisiones, conexiones políticas, deseo de riqueza y poder y sus habilidades para influir o incluso manipular y engañar. Sólo cuando la decisión de servir, sirve de sustento a la formación moral de los líderes, el poder jerárquico que separa al líder de quienes son dirigidos no es fuente de corrupción. Según Greenleaf, si los líderes satisfacen las necesidades de quienes dirigen, es decir, si consideran que su trabajo, o razón fundamental de ser, es un genuino servicio, se desvanecería el potencial de corrupción por parte de las jerarquías.
A diferencia del liderazgo tradicional que es un liderazgo jerárquico, donde el líder ejerce su poder sobre las personas, el líder que sirve se centra principalmente en el crecimiento y el bienestar de las personas y las comunidades a las que pertenecen. Utiliza el poder para ayudar a las personas a potenciar sus talentos y satisfacer sus necesidades. Un líder servidor no se considera a sí mismo por encima de aquellos que lidera. En cambio, es el “primus inter pares”, “el primero entre iguales”. Es decir, el líder servidor ve a quienes lidera como compañeros a los que enseña y de quienes aprende.
Por esto, el líder de servicio es un formador de equipos consumado. Recurre a las fortalezas de sus seguidores y se vuelve un seguidor cuando es conveniente. Tal líder no dirige por decreto o dictamen. En vez de ello, él o ella lidera dejando que cada quien haga lo que hace bien. En este sentido puede funcionar como lo hace el director de una orquesta o el entrenador de un equipo. Se esfuerza por sacar lo mejor de cada persona y brillando ellos, se logran los objetivos comunes.
Ejemplo de vida, el líder de servicio, lidera e inspira, no vive de espaldas a los demás y comparte sus sacrificios y carencias. Manifiesta una gran coherencia entre su palabra y su vida. Porque el líder se pregunta qué puede hacer por los demás, escucha con atención y atiende con amabilidad a las personas, es capaz de oír los gritos de la miseria y el sufrimiento y se dedica a enfrentar y resolver las necesidades prioritarias de la gente. Entiende que su papel es sumar voluntades y soluciones, restar dificultades y problemas, multiplicar los bienes y servicios y dividirlos entre todos. Vive con serenidad los momentos difíciles y no pierde nunca el control y no ofende ni amenaza a nadie. Se dedica por entero a la solución de los problemas y asume con valor sus responsabilidades sin culpar a otros. No tolera la menor sospecha de deshonestidad y separa del cargo, sin titubeos, a los incompetentes, los ambiciosos, los soberbios, los violentos, los que empiezan a llevar una vida ostentosa o buscan ser admirados o temidos. Como asume que su liderazgo de servicio se orienta a mejorar la vida de las mayorías, y a la búsqueda del bien común, busca dejar las cosas mejor de lo que estaban antes.
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Antonio Pérez Esclarín