Aquí encontramos un primer dato interesante: la celebración religiosa se fusionó con las antiguas fiestas paganas de la cosecha y la vendimia que celebran el renacer de la naturaleza
Opinión.- Felizmente para todas y todos es tiempo de Navidad, por lo que es bueno recordar lo que ha sido y es la Navidad.
En el Nuevo Testamento de La Biblia, se encuentran los breves textos, atribuidos a los evangelistas San Mateo y San Lucas, que narran el episodio que, de manera asombrosa, se ha proyectado a través del tiempo y adquirido representaciones que se han vuelto tradicionales, como el nacimiento del Niño Jesús y la Adoración de los Reyes Magos.
Doscientos años después del nacimiento del Mesías, los cristianos comienzan a celebrar la Navidad en diferentes meses del año por no conocer la fecha exacta del acontecimiento y es a partir del siglo IV que la Iglesia católica establece, de manera definitiva, el 25 de diciembre para la festividad, tomando como referencia las conmemoraciones paganas que se realizaban para esas fechas.
Aquí encontramos un primer dato interesante: la celebración religiosa se fusionó con las antiguas fiestas paganas de la cosecha y la vendimia que celebran el renacer de la naturaleza.
Es en la Edad Media, alrededor del siglo XII, con la expansión del catolicismo, que la festividad se extiende por toda Europa y el tema es recreado por pintores, músicos y escritores quienes se inspiran en la llegada del Salvador del Mundo. Con el tiempo, la Navidad se ha convertido en una fiesta de carácter universal, en la que se funden elementos religiosos, cristianos y paganos de diversas procedencias.
Por ejemplo, el muérdago como adorno de iglesias o casas y el intercambio de regalos son de origen pagano. El nacimiento o pesebre fue concebido por San Francisco de Asís, en 1224, como una réplica de los Autos Sacramentales, formas elementales de teatro que se hacían en España recreando pasajes de los textos bíblicos.
En esa Iglesia primitiva se comenzaron a entonar cantos de navidad y villancicos (Noche de paz se estrenó en 1818, en una pequeña iglesia de Salzburgo). El Árbol de Navidad se generalizó en el siglo XVII, las leyendas atribuyen su invención a San Bonifacio o a Martín Lutero, pero lo que sí es seguro es su procedencia alemana.
Hay muchos otros aspectos importantes en torno a la Navidad, pero vamos a referirnos a una figura que se ha impuesto en los últimos tiempos: San Nicolás, Santa Claus o Papá Noel.
San Nicolás de Bari fue un obispo católico, protector de los niños, que vivió entre los siglos III y IV en la región de Licia, actual Turquía. Alrededor de él surgieron varias historias y leyendas narrando sus milagros y sus bondades con la gente más humilde. Su culto fue traído a Norteamérica por los holandeses.
En Venezuela y en toda Latinoamérica, con los conquistadores españoles vino la influencia de la Navidad Española con sus elementos característicos: pesebres, misa de gallo, villancicos, Día de Reyes. En estas tierras adquirió un nuevo carácter al mezclarse con otras culturas como la indígena y africana.
En nuestro país se ha convertido en la celebración más importante y su peculiaridad se evidencia en las manifestaciones folklóricas y en las costumbres relativas a la fiesta: en la música con aguinaldos, gaitas y parrandas; en la riqueza y variedad de los pesebres.
En fiestas muy especiales como las Diversiones de Oriente, Los Locos de Sanare o La Paradura del Niño. Pero, sobre todo, en las comidas y bebidas (tal vez el aspecto más intocado de nuestra tradición), como la hallaca, el dulce de lechoza, el pan de jamón, el ponsigué, la leche de burra o ponche crema.
Concluimos con una de las mejores descripciones de la Navidad, la de Aquiles Nazoa: “Tal vez el atributo que le confiere a la Navidad tan conmovedora significación humana sea el trasfondo melancólico que matiza su bulliciosa alegría. Un resplandor de inefable tristeza convoca en Navidad el corazón de los hombres hacia la memoria de cosas muy lejanas y un tiempo amadas. Pero es también esa la fiesta de la esperanza, de la fraternidad y del amor.
El alma del niño que una vez fuimos divaga entre los olores caseros del turrón y las ropas de estreno; la sonrisa de nuestra primera novia tiene la boca llena de uvas. La Navidad nos pone a vivir en dos tiempos. Nos bastaría subirnos en el trineo de esta hermosa tarjeta, para viajar con el sueño hasta el país de los cocuyos; pero una rápida mirada por la ventana, hacia el radiante cielo nocturno de diciembre, nos restituye a la fe en que este instante del mundo es también hermoso, puesto que aún podemos de un solo trago celeste, llenarnos los párpados de estrellas”.
Arnaldo Rojas