Opinión
Cita con la Historia: La Tregua de Navidad y el Abrazo de Ayacucho
En el primer episodio, el 9 de diciembre de 1824 estaban frente a frente los ejércitos de España y de los independentistas (Colombia, Perú y Argentina) frente a frente listos para el combate final
3 de enero de 2025
Opinión.- En estos días de diciembre o fin de año se produjeron -con noventa años de diferencia y en lugares enormemente distantes- dos hechos que demuestran las contradicciones del ser humano, la fraternidad, el amor y el entendimiento entre los hombres en el terrible escenario de la guerra: Son el “Abrazo de Ayacucho” en los tiempos finales de las guerras de independencia de Hispanoamérica en 1824 y la “Tregua de Navidad” en la Europa que estaba siendo arrasada por la Primera Guerra Mundial en 1914.

En el primer episodio, el 9 de diciembre de 1824 estaban frente a frente los ejércitos de España y de los independentistas (Colombia, Perú y Argentina) frente a frente listos para el combate final. Cerca de siete mil soldados por cada bando van a enfrentarse, cuando a eso de las ocho de la mañana un jinete solitario sale de las filas realistas a parlamentar con los contrarios. Es el General Juan Antonio Monet, uno de los comandantes realistas que pide entrevistarse con el General colombiano José María Córdova, uno de los comandantes republicanos.

Monet le expone a Córdova que aquellos catorce mil hombres están a punto de verse cara a cara con la muerte, y que entre las filas de ambos bandos hay militares que tienen seres queridos en el otro bando. Pide Bonet a Córdova que se pacte una tregua por unos minutos, para que los soldados de cada bando bajen a verse y abrazarse con sus queridos en el otro bando. Córdova, luego de obtener el visto bueno de Sucre, accede.

Centenares de militares salen al dramático encuentro de sus familiares que visten el uniforme enemigo. Hermanos abrazan a hermanos, primos se saludan, cuñados se reencuentran. Lágrimas, risas y recuerdos es lo que se ve en el campo que en pocas horas se teñirá de sangre.
Para citar algunos ejemplos tenemos que el oficial patriota Ramón Castilla, que años más tarde sería presidente del Perú sale a encontrar y abrazar a su hermano Leandro, que era oficial realista. También el teniente coronel Pedro Blanco (futuro presidente de Bolivia) sale a abrazar a su hermano, quien era jefe de la caballería realista.

El brigadier Antonio Tur también fue a abrazar a su hermano. Los hermanos Melchor e Ignacio Alvarez Thomas, en bandos contrarios hicieron lo mismo. Con los hermanos Pío y Domingo Tristán ocurrió igual. En el Perú, igual que en Venezuela o Colombia, la guerra de independencia fue una guerra entre hermanos, no una invasión de una potencia extranjera como algunos manipuladores quieren hacer ver.

Noventa años más tarde, en diciembre de 1914 la primera guerra mundial está en su pleno apogeo en el frente occidental (Francia y Bélgica). Aquella era una guerra de trincheras, separadas de unas franjas conocidas como la “tierra de nadie”, donde se avanzaba, se tomaba la trinchera enemiga, pero a los pocos días el adversario contraatacaba, recuperaba su trinchera y hacía retroceder a los otros.

Pero sucedió en los días de Navidad, no se sabe exactamente cómo ni cuándo empezó. Lo cierto es que en sus aburridas trincheras los soldados empezaron a cantar villancicos. Los de la otra zanja también cantaban los suyos. Ocurrió que soldados alemanes empezaron a confraternizar con ingleses y franceses. Empezaron a conversar y alguien dio el primer paso y fue a saludar a los de la otra trinchera. Intercambiaron los pocos regalos que podían: cigarros, algo de licor o chocolate. Luego siguieron otros soldados, y otros, y más y más. Se calcula que en un momento había hasta cien mil soldados confraternizando entre ellos. Hasta organizaron juegos de fútbol. Esta historia, que parecería increíble, quedó registrada en innumerables fotografías, prueba de uno de los hechos más conmovedores de la historia.

En el frente oriental, entre rusos y austrohúngaros también ocurrieron hechos similares.
La censura en tiempos de guerra trató de que la ciudadanía no se enterara de la tregua espontánea practicada por los soldados, pero más temprano que tarde la noticia y las fotos se filtraron, y el mundo vio con asombro algo tan sencillo como que los hombres no se querían matar entre ellos, sino que querían vivir en paz. Los altos mandos pusieron fin a la tregua y continuaron con la guerra cuatro años más.

@luishmedinac
Luis Heraclio Medina Canelón

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VÍA Equipo de Redacción Notitarde
FUENTE Luis Heraclio Medina Canelón