Carlos A. Romero: El año 2025
Desde la pandemia, la humanidad está en desarreglo. Algunos autores se refieren a la presunta hecatombe final que señala el fin de la experiencia humana
Opinión.- El año que comienza va a ser crucial para el orden internacional. Así como pasó en 1648 al finalizar la Guerra de los Treinta Años, en 1815 al término de las guerras napoleónicas y en 1945, al cierre de la Segunda Guerra Mundial. Ahora comienza un período de ajuste estructural.
Desde la pandemia, la humanidad está en desarreglo. Algunos autores se refieren a la presunta hecatombe final que señala el fin de la experiencia humana. Otros son más cautos y suponen que se está entrando en un cambio de época. Un grupo conservador y moderado no se enloquece ante tantos acontecimientos y simplemente anuncian algunas reparaciones puntuales. No se trata de una transformación total.
Los dirigentes de las superpotencias han recibido esta discusión con respuestas diferentes y desiguales, aunque hasta ahora demuestran un gusto por los cambios. Donald Trump ofrece romper con el actual statu quo, quien en una visión interesada recoloca la tesis del mundo unipolar. El líder chino, Xi Jinping desliza su mirada bipolar en la agenda global y Vladimir Putin nos habla de un mundo multipolar. En cualquiera de los tres casos, la mirada sobre la tierra está fracturada y cada quien quiere ofrecer un nuevo orden que suplante lo heredado de la Segunda Guerra Mundial.
Los países medianos y pequeños no tienen nada que buscar en este ring de boxeo en que se ha convertido el tablero mundial. La política restrictiva del comercio mundial, la lluvia de aranceles y de medidas a favor de un proteccionismo rapaz, las guerras regionales, las catástrofes ambientales, el narcotráfico, las migraciones, la violencia urbana, el crecimiento del número de regímenes autoritarios, son y deben ser materia de la agenda de los superpoderes. Sin ellos, no hay soluciones a la vista.
Y ahí está el detalle. Solo un entendimiento entre los grandes puede frenar el actual desorden global. Desde luego que este momento exige la implementación de un “gran diseño”. No puede abordarse esta situación con la aplicación de pañitos calientes y acuerdos parciales. Todo esto no es un problema coyuntural y táctico. Es un problema estructural.
Por ello, el año 2025 abre la oportunidad para que haya un entendimiento firme y claro sobre cómo conseguir la paz duradera ya alcanzada en 1648, en 1812 y en 1945. Entiéndase que no hablamos de una paz absoluta sino de una paz relativa. Lo absoluto no existe en el vocabulario de la política.
Por esa y por otras razones, este año que comienza debe ser observado con mucha precaución. Se ha llegado a un límite de los dolores de cabeza mundiales y por lo tanto, ya es la hora de plantear una salida a este caos antes que sea tarde. En los períodos ya citados en donde se buscó un nuevo orden mundial, hubo ganadores y perdedores. En nuestros tiempos no es tan fácil reconocerlos.
Por lo tanto, no se puede empezar de cero. Ajustarse es el primer mandamiento y por lo tanto se hace necesario encontrar un decálogo de temas comunes discutidos en una mesa redonda al estilo de las grandes conferencias de antaño: Westfalia, Viena, Potsdam…
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Carlos A. Romero