Claudio Fermín: Participar y votar para bien
La ciudadanía activa no depende de esas circunstancias, ni de la viveza de unos que se sienten “apoyaos” ni de la cobardía de los pusilánimes o del frágil temperamento de los deprimidos o abatidos por sus laberintos personales
Opinión.- La ciudadanía es un concepto activo. Es una condición que se interioriza hasta lo más hondo y es inseparable de quien la posee. Y es así por el amor a la patria, por sentido de pertenencia a la comunidad que consideramos propia y a la que no aspiramos cambiar por otra, por la responsabilidad que uno siente en contribuir a alcanzar el bien común, por el derecho irrenunciable a participar y a reclamar calidad de vida, con todo lo que ese elevado concepto envuelve. Se participa siempre. Se exigen los derechos siempre. El lenguaje, la actitud y la conducta del ciudadano son proactivas, no de indiferencia ni de pasividad.
Participar no es una apuesta ni un acto de astucia. No es una decisión que se toma cuando la propuesta que haces o el candidato que apoyas lucen con chance de ganar o te inhibes y te callas cuando tus ideas tienen que competir con otros pareceres que lucen avasallantes por contar con el padrinazgo de organismos públicos que los favorecen con poder institucional y recursos materiales, o por estar promovidos con cuantiosos recursos financieros y comunicacionales, o por contar con chorros inagotables de dinero procedentes de potencias extranjeras o de organizaciones no gubernamentales que son fachadas de intervencionismo extranjero.
O te niegas a participar porque temes ser vilipendiado y hostigado en las redes, o por periodistas y factores comunicacionales que son pagados para eso, es decir, son mercenarios que viven de difamar a quienes osen contradecir a quienes los controlan y los proveen de jugosos ingresos. Ya en Venezuela lo hemos vivido: campañas sucias por no plegarse a la abstención, por no apoyar lo que llamaron la “salida”, por no ser parte del combo del ahora solitario Guaidó o por no respaldar a María Corina Machado o por nunca coincidir con ninguno de los que ahora tendrán que rendir cuentas de las supuestas ayudas humanitarias y del vergonzoso financiamiento del Departamento de Estado a través de la USAID.
La ciudadanía activa no depende de esas circunstancias, ni de la viveza de unos que se sienten “apoyaos” ni de la cobardía de los pusilánimes o del frágil temperamento de los deprimidos o abatidos por sus laberintos personales. Participar no es un derecho al que renuncias porque antes te hicieran trampa o porque erraste en la escogencia del aliado. Participar no es un derecho que pierdes por no saber manejar tus frustraciones y derrotas.
Participas impulsando una tesis por estar convencido que es la mejor opción para tu comunidad, porque crees en lo que propones.
Desde Soluciones para Venezuela le hemos dicho al país que el 2025 ofrece nuevas oportunidades de cambio. Están abiertas las puertas para elegir gobernadores ajenos al clientelismo, ese vicio de promover a juro, aunque carezcan de condiciones, “a los que estuvieron en la campaña y que son del partido”, lo que trae como consecuencia que la Dirección de Salud, la de Educación, o la de Obras Públicas, puedan quedar a cargo de gente impreparada cuyo mérito es ser socio o haber estudiado con el gobernador de turno o ser de la tendencia partidista que ganó las elecciones, o que la Dirección de Personal use como único criterio de reclutamiento lo que le imponga el jefe del partido de gobierno, desechando opiniones de gremios profesionales, de sindicatos y de asociaciones de empleados familiarizadas con los méritos de carrera de incontables funcionarios siempre preteridos por no militar en el partido tal o cual.
Necesitamos gobernadores que impulsen el desarrollo regional, lo que va de la mano con acuerdos con universidades y tecnológicos, con cámaras de comercio y de industriales, con asociaciones de productores y con sindicatos, con gremios profesionales y asociaciones de vecinos como consejos comunales y juntas de condominios, con cooperativas y casas de la cultura, tanto para la elaboración de los programas de gobierno a ejecutar como para el proceso de selección y contratación del personal calificado que requerimos para el éxito de esa gestión gubernamental.
El 27 de abril podemos lograr esos cambios en las elecciones para gobernadores y podemos alcanzar una mejor representación con legisladores en los Consejos Legislativos que se ocupen de los problemas y necesidades de los municipios en vez de andar pavoneándose por Caracas para cuanta reunión y concurso de caras los requiera el cogollo nacional.
El 27 de abril podemos elegir una Asamblea Nacional que sea representativa de la diversidad de criterios que se debaten en la calle. Una Asamblea Nacional que sustituya el modelo de confrontación extrema por el diálogo franco y la convivencia democrática, que abandone el bobalicón argumento según el cual la culpa la tiene siempre el otro, o el ayer, o el presente. Que aproveche el tiempo en buscar soluciones a nuestras carencias, en apoyar inteligentemente, con observaciones, propuestas y críticas, las iniciativas del Ejecutivo, no con opaco silencio o con estruendos para aparentar oposición.
Participar con conciencia ciudadana, a lo que llamamos desde Soluciones para Venezuela, es el camino que a todos conviene, no el de creer que se protesta contra abusos de poder escondiendo la cabeza como el avestruz o el dedicar los meses de campaña a la desestabilización política con la que algunos buscan notoriedad a costa del bienestar del país.
Claudio Fermín