Agustín Albornoz S: Construyendo relaciones
En última instancia, cada uno podríamos poner cierto empeño en hacerles la vida más agradable a nuestros semejantes, lo cual está alineado con los propósitos que Dios tiene para con cada ser humano
Opinión.- Seguimos con la serie concentrándonos en la perspectiva de Dios. Dado que Dios ha creado una enorme cantidad de seres humanos, y que cada uno de nosotros debe relacionarse con muchas personas a lo largo de su vida, no es difícil percatarnos de que para Dios debe ser muy importante que tengamos éxito en nuestras relaciones con los demás.
Algo nada fácil, más aún si tomamos en cuenta que a muchas personas ni siquiera les interesa eso. Aquí cabrían dos consideraciones: 1. Dios siempre está dispuesto a ayudarnos, con tal de que creamos en Él, pidamos su ayuda expresamente, y lo que queremos hacer esté acorde con sus preceptos para el bien de los humanos; 2. Mientras más difícil sea algo para nosotros, más será una oportunidad para que el poder de Dios se manifieste.
En última instancia, cada uno podríamos poner cierto empeño en hacerles la vida más agradable a nuestros semejantes, lo cual está alineado con los propósitos que Dios tiene para con cada ser humano. Además, lo que nos frena siempre en estos objetivos es el egoísmo. A pesar de que todos somos egoístas en mayor o menor medida, si nos ubicásemos en la perspectiva de Dios, veríamos al mundo como una especie de banco de pruebas.
Y Él nos mostraría que si bien el egoísmo es inherente al ser humano, también lo es la capacidad de superarlo. Lo que significa que toda persona tiene posibilidad de ejercer gran influencia para hacer el bien de verdad. Eso sí precisaríamos desearlo de corazón y rogar con fe auténtica a Dios para que nos ayude a lograrlo, algo muy difícil si es solo por nuestra cuenta.
En “Percepciones incompletas” dijimos: “se requerirá…de adoptar una postura de más humildad en nuestras relaciones con los demás admitiendo… que nadie lo sabe todo, sino solo una parte (usualmente pequeña), además de que todos sin excepción nos equivocamos a menudo. Luego, para ser constructores de relaciones con los demás, la clave es la humildad.
Lo opuesto es la soberbia, que nos hace destructores de relaciones. Tanto la humildad como la soberbia son elecciones nuestras. Y la diferencia entre ellas es: La soberbia es cuando acepto el crédito por cosas que Dios y otras personas hicieron a través de mí y para mí. La humildad no significa pensar menos en uno mismo. Significa pensar más en Dios y en los demás. Por eso la soberbia levanta muros entre las personas, mientras la humildad en cambio construye puentes, tiende una mano a los demás. Cada uno de nosotros tiene la última palabra sobre cómo serán nuestras relaciones con los demás, según escojamos la humildad o la soberbia.
@viviendovalores
Agustín Albornoz S.