Opinión
Vincenzo Caruso: El espejismo de Trump; Una guerra comercial que hunde a Estados Unidos
Eso es lo que está empezando a vivir Estados Unidos, víctima no de sus adversarios, sino de sus propias decisiones
7 de abril de 2025
Opinión.- El comercio internacional no es una exhibición de fuerza, ni un juego de apuestas. Es una red compleja de equilibrios, confianza y reglas compartidas que sostiene buena parte de la estabilidad económica mundial. Cuando esa red se corta de forma unilateral, los efectos no son solo externos. También —y especialmente— son internos. Eso es lo que está empezando a vivir Estados Unidos, víctima no de sus adversarios, sino de sus propias decisiones.

La reciente escalada arancelaria lanzada por Washington contra China —con un aumento del 34% a las importaciones, y la amenaza de llevarlo al 200%— ha generado una respuesta inmediata y contundente de Pekín. Pero la verdadera sacudida no vino de Asia, sino de Wall Street. En apenas días, el S&P 500 se desplomó más de un 10%, el Dow Jones perdió 1.700 puntos, y el Nasdaq entró en mercado bajista. Se evaporaron más de cinco billones de dólares. ¿Qué significa esto? Que el mercado —ese termómetro que mide más los temores que los discursos— no ve estrategia. Ve caos.

Desde la Casa Blanca se insiste en que los aranceles reducirán la inflación y fortalecerán la industria nacional. Pero los datos, el contexto y la lógica económica apuntan a lo contrario. Subir los impuestos a los productos chinos no hará que aparezca de la nada una red de fábricas estadounidenses para sustituirlos. Solo encarecerá el acceso a bienes esenciales: electrónicos, insumos médicos, maquinaria, ropa, componentes tecnológicos. La cadena productiva estadounidense no está preparada para cubrir ese vacío, y mucho menos de forma inmediata.

Además, el impacto inflacionario es inevitable. El consumidor final verá cómo los precios suben —no por escasez, sino por política— y eso erosionará el poder adquisitivo de los hogares, sobre todo de la clase media. La promesa de bajar la inflación con medidas que encarecen la importación es, como mínimo, una contradicción. Como máximo, un espejismo.

Lo mismo ocurre con el precio del petróleo. Se celebra su caída como un supuesto alivio. Pero no baja por eficiencia energética ni por abundancia de oferta. Baja porque los compradores están paralizados, esperando a ver cómo se resuelve la tensión comercial. Es una caída por miedo, no por mejora. Y cuando el miedo se despeje —o se agrave—, el precio se ajustará con la misma violencia con la que cayó.

El error estratégico es profundo: convertir el comercio en un arma política puede tener rédito en las encuestas, pero es insostenible en la realidad económica. Estados Unidos necesita a China tanto como China necesita a Estados Unidos. Pero más allá de ese vínculo bilateral, el verdadero daño es sistémico: cada país que observa esta dinámica con preocupación comienza a preguntarse si debe protegerse… no del mercado, sino del modelo estadounidense.

En otras palabras: Esta guerra comercial no está debilitando a China. Está aislando a Estados Unidos.

Ante esto, las regiones del sur global tienen una oportunidad histórica: construir sus propias cadenas productivas, fortalecer el comercio regional, reducir su exposición a decisiones ajenas y diseñar modelos de cooperación más estables. No se trata de rechazar el comercio global, sino de dejar de depender de las decisiones de un solo país que puede convertir su política interna en una sacudida internacional.

La guerra comercial desatada desde Washington no está ganando la batalla de la competitividad. Está debilitando la estabilidad interna de Estados Unidos y erosionando su influencia internacional. Mientras tanto, en silencio, muchas naciones están redibujando sus prioridades: diversificando sus alianzas, invirtiendo en producción local, y fortaleciendo sus vínculos regionales.

No se trata de un rechazo ideológico al comercio global, sino de una respuesta estratégica a la inestabilidad. Ya no se quiere depender de decisiones tomadas a miles de kilómetros por razones electorales o caprichos de poder.
No es el mundo el que se está desconectando de Estados Unidos.

Es Estados Unidos el que, con cada paso unilateral, se desconecta del mundo.

Y cuando esa desconexión se complete, será muy difícil volver a conectar los puentes que hoy se están quemando.

El mundo no necesita muros arancelarios. Necesita arquitectura productiva.
No necesita confrontaciones por decreto. Necesita acuerdos estables.
Y sobre todo, no necesita un liderazgo que navegue con furia, sino una economía que sepa hacia dónde va.

Porque lo que Estados Unidos está perdiendo en esta guerra no es el mercado. Es la brújula.

Por: Vincenzo Caruso (analista estratégico internacional y defensor de un modelo de integración productiva regional soberana).
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VÍA NT
FUENTE Vincenzo Caruso