Linda D’Ambrosio: En la cueva de Elías
Otros ejemplos hay en el Evangelio en que los personajes pretenden sustraerse del mundo
Opinión.- Ubicada frente al monasterio Stella Maris, en la ciudad de Haifa, se encuentra La cueva de Elías, sagrada a través de la historia para judíos, árabes y musulmanes.
En el Libro de los Reyes se cuenta cómo, tras una dramática confrontación con los seguidores de Baal, el profeta Elías huyó al desierto, pues la reina Jezabel había amenazado con quitarle la vida.
Elías cayó en un estado de profunda desesperanza, sintiéndose aislado y abatido, pero exhortado por un ángel, comió y bebió, y caminó a través del desierto durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta que llegó al monte Sinaí (llamado Horeb en la Torá) “Y allí se metió en una cueva, donde tuvo la noche” (1 Reyes 19:9).
Sin embargo, el Señor lo anima a abandonar la cueva: “Sal afuera y quédate de pie ante mí, sobre la montaña”, y a continuación le indica cómo debe proceder, por lo que en este episodio ha querido entenderse, entre otras cosas, que estamos llamados a emprender acciones alineadas con los propósitos de Dios.
Otros ejemplos hay en el Evangelio en que los personajes pretenden sustraerse del mundo. También en Mateo (17:4) Pedro le dice a Jesús “Señor, ¡qué bien que estemos aquí! Si quieres, levantaré tres tiendas…”
Frecuentemente, creyentes y no creyentes caemos en la tentación de permanecer en nuestra zona de confort. El miedo, el cansancio y la desilusión nos llevan a aislarnos o a permanecer en la cómoda rutina, recorriendo, como el hámster, el trayecto de la misma ruedecita día tras día. Y esto ocurre tanto en el ámbito espiritual como en la vida material. Pero, sin desmerecer la vida contemplativa, centrada en la oración, la meditación y el silencio, el servicio se reconoce como una forma activa de relación con Dios, que está presente en todas sus creaciones: “lo que hagas por uno de estos más pequeños, lo haces por mí” (Mateo 25:40).
También las escrituras védicas (Śrīmad-Bhāgavatam 11.19.21; Caitanya-caritāmṛta (Ādi-līlā 11.10). Padma Purāṇa) ven en el servicio a otros devotos una forma de honrar a Krishna, al tiempo que destacan la importancia de la asociación con otros vaisnavas (SB 3.25.25). De hecho, en el contexto védico, el dharma (deber) de cada individuo está intrínsecamente relacionado con su interacción con los demás.
Como quiera que sea, el ser humano está llamado a la propia autorrealización y crecimiento, a evolucionar y desarrollarse, y las relaciones humanas ofrecen un fértil campo para cultivar la paciencia, la tolerancia y la compasión, pero también para disfrutar de las bondades que genera el contacto con otras personas.
No es en la comodidad de la rutina y el aislamiento que avanzamos. Siempre prevalece la tentación de mantenerse a salvo de los embates de la vida, pero estos traen como consecuencia dos resultados: o bien aprendemos, o bien nos fortalecemos, evolucionamos.
El llamado es a experimentar, a innovar, a viajar, a amar, a relacionarnos, porque son esas experiencias las que harán de nosotros mejores personas, y a no quedarnos, como Elías, en la cueva.
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Linda D’Ambrosio