"A veces me dan ganas de pasar por el puente, pero no quiero arriesgarme a que me pongan preso. Prefiero madrugar y pasar por la trocha, que para mí ya no es peligrosa", agrega.
Movimiento a la baja
Una señora que circulaba por la misma trocha grita, sin dar su nombre, que lo hace porque perdió la cédula venezolana y si pasa por los puentes la devuelven a su país.
La trocha "Los Mangos", que permite pasar a pie de un país a otro en menos de media hora, está casi vacía y el movimiento de mercancías es casi nulo durante el día. Las carretas de carga que antes pasaban repletas de víveres comprados en Colombia para revender en Venezuela ahora llevan unos pocos botellones de agua, huevos y otros productos básicos.
"El trabajo acá prácticamente se acabó. La gente ahora quiere y puede pasar la frontera en los carros porque ya abrieron los puentes", lamenta un joven venezolano que, acompañado por un amigo, conduce una "carrucha" (carreta) ofreciendo sus servicios a los transeúntes.
El comandante encargado de la Policía Metropolitana de Cúcuta, coronel Carlos Andrés García, aseguró a EFE que la apertura de los puentes internacionales al paso de vehículos facilita la vida de las personas pero, "por un tema cultural", hay quienes siguen usando los pasos ilegales para contrabandear productos.
Caminos restingidos
En cercanías del puente Simón Bolívar está la trocha "La Platanera", que discurre por la arena del río y cañaverales altos y por la que solo puede circular gente "autorizada" por vivir en un barrio de invasión fundado por venezolanos en el lado colombiano y donde hasta la Policía tiene restringido el paso.
Más adelante hay otra llamada "La Marranera", con la mala fama de ser la más peligrosa de la zona y que, al igual que "La Platanera", cobra vida de noche cuando es utilizada por contrabandistas amparados en la oscuridad y el silencio.
En las trochas nadie ve nada, nadie oye nada, pero todos saben que de día o de noche, hay alguien que los está oyendo o los está mirando.