Según los Evangelios, Jesucristo entró montado en un asno en Jerusalén, como Príncipe de la Paz. Sin embargo, esto los estudiosos lo relacionan con el simbolismo de los animales, ya que si hubiese elegido un caballo, entonces exaltaría la guerra.
En ese momento, las personas depositaron sus mantos y ramas de árboles delante de él, cantando parte del Salmo 118: 25, "Bendito el que viene en nombre del Señor". Por este motivo, los católicos acuden a las iglesias para bendecir palmas, asistir a la misa, participar en la procesión y escuchar la narración de la Pasión de Cristo.