¿Puede todo el mundo dejar de preguntar a las mujeres ‘PARA CUÁNDO’ la maternidad?
Entre reencuentros y comidas familiares, el tema de la maternidad siempre estará
Salud.- La maternidad ha sido algo absolutamente ajeno a mi existencia, prácticamente, hasta que anuncié que iba a casarme (un enlace paradójicamente poco convencional, dicho sea de paso). Nunca he jugado con muñecas ni he tenido química con los niños –con los bebés, mucho menos–, y tampoco había llegado a plantearme en serio la posibilidad de tener hijos; solo de forma abstracta, como tantas otras cuestiones trascendentales que golpean a los seres humanos en algún momento, y no recuerdo haber compartido mis impresiones al respecto. Entonces, ¿por qué todo el mundo se lanzó de pronto a preguntarme si iba a tener hijos?
Una conversación incómoda e innecesaria
Estamos más o menos acostumbrados a la conversación que se genera en torno al embarazo –después de la fecundación, no antes–, y también a los consejos no solicitados sobre la maternidad, de acuerdo, ¿pero qué es esto de que otros (en ocasiones, personas ajenas a nuestro círculo de confianza e incluso desconocidos) formulen preguntas o comentarios sobre un asunto tan personal y delicado? Sobre todo, en una sociedad donde cada vez más mujeres encuentran dificultad para quedarse embarazadas; por no mencionar la precariedad económica, laboral y sentimental que nos rodea.
Por lo general, la maternidad es un tema recurrente cuando aún no tienes descendencia aunque estés casada, pero el estado civil no es determinante. Pasados los veinte, la cuestión suele plantearse si estás prometida; después de los treinta, si tienes pareja estable y un trabajo fijo; y a los cuarenta, dan exactamente igual las circunstancias, no hay un contexto que pueda legitimar al interlocutor, cuyas alusiones implícitas a tu reserva ovárica ponen de manifiesto una mala educación inexcusable.
Usos (anti)sociales
Lo más curioso es que este tipo de preguntas y comentarios se lanzan casi como fórmulas de cortesía tradicionales, tratando de llenar silencios y de mostrar interés por el prójimo. Porque, claro, ¿qué hay más antiguo, natural y universal que la maternidad? No obstante, el mundo ha cambiado y, por suerte o por desgracia, tener hijos hoy en día es mucho más que un proceso biológico inherente al sexo femenino: es una opción y, a menudo, un privilegio (debido a los obstáculos antes mencionados). Y por cierto, es también un asunto masculino, que no se nos olvide, con los cuidados, responsabilidades y bajas laborales aparejadas.
Y, ¡qué cosas!, a ellos no se les habla del tema; al menos, no tanto. Me percaté por primera vez en el trabajo (en una empresa que no es esta, por supuesto), cuando mi entonces jefa me lo consultó tras saber que me casaría en los meses siguientes. Lo hizo sonriendo, fingiendo una complicidad que en absoluto existía. Pero más que su pregunta, me sorprendió aún más mi respuesta: una negación rotunda sobre un asunto que, a decir verdad, no había llegado a plantearme siquiera. ¿Y por qué reaccioné así? Por miedo a no ver renovado mi contrato tras el periodo de prueba. Ese día fui consciente de la violencia que sentía y de que a mi novio nadie lo iba a interrogar al respecto, ni dentro ni fuera de la oficina.
¿Curiosidad, preocupación o todo lo contrario?
Entre reencuentros y comidas familiares, el tema de la maternidad estuvo en temporada alta durante la Navidad, aunque no resulta molesto cuando sabes que tu interlocutor posee un interés genuino (por lo menos, yo no me lo tomo igual si me lo preguntan mis abuelos que si viene de una conocida remota). Sin embargo, es inevitable observar el atrevimiento ajeno: ¿se habrán planteado que quizá no pueda o no quiera tener hijos?, ¿qué es posible que ni lo haya intentado o que haya sufrido abortos espontáneos? ¿De verdad quieren saber la respuesta; necesitan explicaciones de un asunto tan privado y frágil?
Eso sí, cuando te quedas estás embarazada, normalmente te aconsejan no revelarlo durante el primer trimestre, ‘porque, ya sabes, no es del todo seguro’. Claro, mejor no decir nada, y así si sufres un aborto, puedes llevarlo también con discreción, ‘que no hace falta que todo el mundo se entere’. Pero es que, de lo contrario, puedes tener un encuentro fortuito con alguna amiga (embarazada) y su madre, y que ambas te pregunten mientras te encuentras en pleno duelo que ‘tú, para cuándo’; tú, que aún tienes dolores en el cuerpo y el alma por el hijo que no pudo ser. Y ahí se quebró la voz de la amiga que me contaba esta anécdota con lágrimas en los ojos: no había recibido instrucciones sobre qué responder entonces.
Siempre el cuerpo femenino
Mucho se ha hablado en los últimos tiempos del malestar que generan los comentarios dirigidos a nuestro peso; que las críticas no son agradables y que los elogios pueden llegar a fomentar TCAs. También se desaconseja destacar un defecto que la otra persona no pueda solventar en menos de cinco segundos; una regla simple para medir de algún modo la eterna compulsión por escrutar el cuerpo femenino.
Al entrevistar a Emily Ratajkowski, me pareció tan inteligente y honesta que decidí leer su libro, My Body, donde aparece una frase que ahora me vuelve a la cabeza: “¿Cuál es el poder de mi cuerpo? ¿Acaso es siquiera mi poder?”. Y yo me pregunto para cuándo el mundo entero piensa reformular la conversación en torno al cuerpo femenino, pues que en algún momentonos fue arrebatada. Porque hace falta plantear muchas preguntas, sí, pero de otro tipo.
(Por Violeta Valdés/Vogue)