¿Cuándo tratar el TDAH con fármacos?
Analizaron con expertos este trastorno del neurodesarrollo así como los tratamientos con y sin fármacos para abordarlo
Salud.- El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no debe diagnosticarse antes de los seis años. Pasada esa edad, si el menor presenta una serie de síntomas puede ser necesario el tratamiento con fármacos, pero no siempre porque depende del grado, pero también si tiene comorbilidades asociadas.
Desde el Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid, la psiquiatra Belén Poza explica a EFEsalud que los primeros síntomas del TDAH muchas veces tienen que ver más con la hiperactividad, porque suelen ser niños que no pueden estar sentados mucho tiempo, no aguantan toda la mañana en clase y necesitan estar en movimiento casi constante.
“A lo mejor tienen incluso más discusiones con los compañeros o más discusiones en casa, porque ellos mismos, cuando algo no es como esperaban, reaccionan de manera impulsiva ante aquello que les está frustrando”, señala la psiquiatra.
En otros casos el bajo rendimiento escolar puede ser otro síntoma, porque son niños que presentan falta de atención y se despistan con frecuencia, no son capaces de mantener la atención durante un tiempo sostenido. Es por eso que presentan dificultades en el área académica.
Son las dos ramas que los niños pueden presentar en el TDAH, por un lado la hiperactividad y por el otro, el déficit de atención.
El diagnóstico, no antes de los 6 años
No obstante, precisa la experta, es un trastorno que no se debe diagnosticar antes de los 6 años porque hay niños que desde pequeños son muy inquietos, y cuando llegan a esa edad tienen un desarrollo evolutivo normalizado y la suficiente capacidad de atención y concentración para poder estar algo más tranquilos.
De hecho, apunta el pediatra de la Asociación Española de Pediatría Gonzalo de la Fuente, estos síntomas están presentes en mayor o menor medida en todos los niños “debiendo desaparecer en los primeros 4-6 años de vida”.
“Sin embargo, en estos niños, esa maduración no se produce. El TDAH engloba una serie de patrones de conducta a nivel motor, con una actividad difícilmente agotable, que siempre quiere hacer más, que no reflexiona mucho lo que va a hacer, actuando por impulsos, sin respetar los turnos, sin poder pensar antes lo que va a decir o como lo dice”, abunda.
Aunque la mayoría de los síntomas están presentes en los primeros cuatro a seis años, se considera que pueden aparecer hasta los primero 12, según De la Fuente.
“Se producen normalmente como una cascada evolutiva, es decir, aparecen unos pocos síntomas que determinan el patrón de conducta, lo cual genera que cada vez sea más impulsivo, menos planificado. Esa hiperactividad provoca que esté atento a muchas cosas a la vez y por lo tanto se despiste más. Al despistarse, se aburre y quiere hacer otras cosas, levantarse, molestar al compañero… generándose una cascada conductual”, expone.
Qué hacer
Antes estos síntomas, la familia tiene que llevar al niño al pediatra para que haga una primera valoración y le derive al especialista de salud mental con el fin de completar el estudio diagnóstico.
“Desde los centros escolares también existen los equipos de orientación, que son psicólogos y ya pueden hacer una primera valoración para detectar una sospecha de dificultad de atención. Si es así, debe comunicarlo a los padres para que acudan al pediatra”, afirma la psiquiatra del Niño Jesús.
El diagnóstico debe ser clínico por un especialista experto en TDAH.
Las soluciones
Muchas veces, un apoyo psicopedagógico puede ser suficiente para tratar el TDAH, que enseñe al niño herramientas de cómo organizarse con los estudios, que le ayuden a planififcarse.
También el apoyo en el centro escolar es importante.
“Si sus tiempos de atención son más cortitos, pues a lo mejor los exámenes se los pueden dividir en varias partes, que les desglosen muy bien las preguntas, para que no vean condensados todo el texto, que eso les puede confundir más”, afirma Poza.
EL TDAH y los fármacos
Con estas y otras medidas psicoeducativas, más la adaptación en los exámenes y un apoyo en casa puede ser suficiente.
“Cuando nos encontramos con niños que ya presentan síntomas moderados o graves y que con estas medidas de apoyo no es suficiente, nos planteamos los fármacos y también nos lo planteamos cuando nos encontramos trastornos comórbidos, que son muy frecuentes en el TDAH, porque es un trastorno complejo”, señala la psiquiatra del Niño Jesús.
En este sentido, Poza incide en que el menor, al ir teniendo dificultades en el colegio, puede desembocar en baja autoestima, síntomas de ansiedad, de depresión, que es necesario abordar.
El pediatra de la AEP también resalta que la medicación es necesaria cuando “las pautas conductuales o psicológicas no han revertido el patrón de conducta, o cuando la conducta problema es tan intensa que no es posible trabajarla”.
La prevalencia de este trastorno está en aumento por causas que no se conocen con exactitud, según señala De la Fuente, y ahora niños con síntomas más leves, que antes hubieran pasado desapercibidos, con más o menos fracaso escolar o dificultades en sus relaciones, ahora son diagnosticados “de manera más precisa”.
“Esto permite poner tratamiento, reconducirlos y permitir que no desarrollen secuelas conductuales o emocionales. Que tengan una vida más plena y sean más conscientes de su trastorno y sus necesidades”, indica el pediatra.
Cómo funcionan
La psiquiatra del Niño Jesús asegura que cuando los especialistas indican un tratamiento “es porque de verdad piensan que ese niño lo necesita”.
Lo habitual es comenzar con los denominados medicamentos estimulantes, con el más conocido, el metilfenidato, teniendo una respuesta favorable en el 60-75 % de los casos. En los pacientes que no toleran la medicación o no consiguen controlar los síntomas, se pueden utilizar los fármacos no estimulantes.
De la Fuente expone que la medicación aporta mayor disponibilidad de neurotransmisores -señales químicas con las que se comunican las neuronas-, para que los centros cerebrales que regulan la propia conducta puedan filtrar mejor la decisión de ejecutar aquellas respuestas, ante los estímulos que se reciben.
“Por ejemplo, si estamos estudiando y vemos por la ventana una mariposa volando, nuestro cerebro procesa esa información y la filtra, decidiendo que la respuesta que debe dar es seguir estudiando”, abunda.
En cambio, prosigue el pediatra: “Si un paciente con déficit de atención recibe el mismo estímulo, no tiene capacidad para evitar seguir mirándolo, porque esa falta de neurotransmisores afecta a su capacidad de filtrar ese estimulo. En un paciente que no sea TDAH, la medicación no tiene el efecto deseado. Por ello, además, la respuesta a la medicación refuerza claramente el diagnóstico”.
Individualizar los tratamientos
No obstante, hay que individualizar el tratamiento, agrega la psiquiatra y saber qué necesita cada persona.
De hecho, la hiperactividad y la impulsividad es frecuente que disminuya con la edad, afirma Pozas, con lo cual si esos son todos los síntomas que más nos llaman la atención en el paciente, y se van reduciendo, “a lo mejor no hay que tratarlos cuando son un poquito más mayores”.
La dificultad atencional sí que suele persistir muchas veces, incluso en la adolescencia y en la etapa adulta.
“A veces sí que son pacientes que hay que medicar durante muchos más años. De todas maneras, vamos haciendo también descansos periódicos para observar que tal se encuentra en situación basal. Pero no tenemos como un patrón muy claro y no hay una manera tampoco de poder predecir durante cuánto tiempo tendrán que tomar fármacos por el TDAH”, explica la psiquiatra.
Las consecuencias de no tomar fármacos cuando son necesarios
Si es necesario tratar el TDAH con fármacos y no se hace, el pediatra de la AEP señala que lo mismo que “siempre que tocamos un interruptor se enciende una determinada luz, si no se intentan modificar los patrones de conducta, un mismo estímulo siempre conducirá a una misma respuesta conductual”.
Y si esta respuesta es inadecuada se va reforzando ese camino y conllevar a decisiones que no son corregibles.
“Sin tratamiento psicológico y o farmacológico, los pacientes con TDAH van a tener más riesgo de tener trastornos del aprendizaje, riesgo de accidentes, trastornos de conducta, ya sean oposicionista-desafiantes, en edad adulta problemas con la ley o de abuso de sustancias o juego, trastornos del estado de ánimo o ansiedad por los motivos que veíamos antes”, asevera De la Fuente.
La psiquiatra del Niño Jesús se pronuncia en el mismo sentido sobre la importancia de los fármacos y el TDAH cuando son necesarios, y sostiene que entre los principales riesgos se encuentra el fracaso escolar.
Además, muchas veces, los pacientes que tienen un perfil más hiperactivo e impulsivo, pueden tener mayor probabilidad de consumir drogas, además de tener ansiedad y depresión. A ello se puede sumar, el fracaso en las relaciones personales.