Para poner a prueba su detección infrarroja, los autores colocaron 80 mosquitos hembras en una jaula, a pocos centímetros de dos placas: una a temperatura ambiente de 29,5 °C, típica de un país cálido, y la otra a la temperatura de la piel humana: 34 °C.
En el experimento también se usó la emisión de una discreta nube de CO₂ y la difusión del olor de sudor humano proveniente de un viejo guante.
La combinación de CO₂, olor y radiación infrarroja
De este modo, los científicos observaron que una sola señal, ya sea CO₂, olor o radiación infrarroja de la placa a la temperatura de la piel, provocaba una respuesta muy débil.
No obstante, esta era notablemente más fuerte con una combinación de olor y CO₂, y máxima al asociar la radiación infrarroja, el olor y el CO₂.
Diseñar trampas para mosquitos
Por lo tanto, los autores suponen que "la detección por infrarrojos podría ser ampliamente utilizada por los mosquitos para dirigirse hacia huéspedes de sangre caliente".
Si es así, los investigadores mencionan la posibilidad de diseñar "trampas más eficaces".