Sucesos
Crónica Criminal: Breves sucesos, hace 100 y 50 años
Estudiando el delito del ayer podemos ver cómo han cambiado las mentalidades, los valores, los anhelos y los procederes de los hombres
8 de diciembre de 2022
Sucesos.- El estudio de la criminalidad del pasado forma parte de la historia, porque nos enseña cómo era la vida (y la muerte) en otros tiempos. Estudiando el delito del ayer podemos ver cómo han cambiado las mentalidades, los valores, los anhelos y los procederes de los hombres.

EL BANDIDO GABINO MELO

Desde finales del siglo XIX o principios del XX, Temístocles López, tenía una famosa farmacia o “botica” como las llamaban antes, en la Av. Constitución, hoy llamada Bolívar Sur, en el cruce con calle Silva. Era la “Botica El Aguila”, muy concurrida por los pobladores de las parroquias Santa Rosa y Candelaria. Hoy en el lugar se levanta un centro comercial con el mismo nombre de la vieja botica del tío Temístocles: “CC El Aguila”, frente a la antigua COMERSA.

Se expedían, aparte de los ungüentos, pócimas, jarabes y otras medicinas preparadas allí mismo, algún escaso medicamento patentado y también unos “guarapos”, consistentes en agua con fermentos de piña u otra fruta, que eran el aguardiente de los más pobres.

Aquella era seguramente la botica más al Sur de la pequeña ciudad, casi en las afueras de la Valencia pueblerina de hace más de cien años.
Pues bien, un triste día a primeras horas de la tarde, se presentó en el negocio, un sujeto llamado Gabino Melo, conocido malhechor, pendenciero y asesino, junto con dos o tres elementos de su misma calaña, todos a caballo y en estado de ebriedad. A todo grito Melo pidió un guarapo y Temístocles ordenó a un joven dependiente que le sirviera el bebedizo al jinete. Este se bebió el trago, se limpió la boca con la manga del saco y lanzó una serie de improperios en contra del pobre dependiente. Sin darle ni siquiera tiempo de contestar los insultos Gabino tomó su enorme revólver y le pegó un tiro al muchacho sin decir palabra alguna. El asesino espueleó su caballo y el grupo tomó rumbo desconocido. Así eran los guapetones de aquellos tiempos, no muy diferentes a los de ahora.

EL GALAN PICAFLOR

Años 40. Era un serio caballero casado con una linda dama. De alguna manera supo que otro vecino de la ciudad estaba enamorando (o ya había seducido) a su esposa. El caballero juró que el tipo se las pagaría, pero no había encontrado al sujeto. En esos días apenas había en Valencia dos o tres edificios, el resto eran casas de una sola planta. Pues da la casualidad, que el hombre en cuestión, subiendo la escalera de uno de esos escasos edificios se topa de frente con el “picaflor”. No hubo intercambio de palabras. Simplemente sacó el revólver y le dio un balazo en medio del pecho. El abusador murió instantáneamente. Inmediatamente nuestro personaje bajó a la calle y se dirigió a la prefectura del distrito. Al funcionario encargado le dijo: Buenos días, acabo de matar a fulano de tal, tome mi revólver, vengo a entregarme. Nada de huir, ni esconderse. El tipo ejecutó el castigo que sus valores le impusieron. Eran tiempos en que el que no respetara lo ajeno sufría las consecuencias.

EL CASO DEL COBRADOR

Aós 40 ó 50s. En aquellos tiempos los servicios públicos INOS, CADAFE y Electricidad de Valencia y las tiendas enviaban cobradores a las casas de los clientes, donde la gente con toda comodidad pagaba en efectivo las cuotas adeudadas. Pues bien, este era un joven cobrador de la compañía eléctrica. El muchacho impecablemente trajeado recorría las calles de Valencia, cobrando de puerta en puerta las facturaciones. Un día, cierto sujeto, conocido ladrón, interceptó a nuestro cobrador, lo encañonó y le arrebató una especie de cartera o pequeño portafolio donde llevaba el dinero recaudado. Inmediatamente el bandido emprendió veloz carrera. El cobrador, al salir de la impresión, corrió tras el delincuente gritando ladrón, ladrón¡ Ante algún parroquiano sorprendido por tan insólito hecho. Luego de varios metros de persecución el ladrón se detuvo y encañonó al cobrador y le dijo: “-No me persigas fulano, que te puedo pegar un tiro” El cobrador se detuvo, pero cuando el otro siguió corriendo volvió a emprender el seguimiento. Nuevamente el ladrón se para y vuelve a decir: “-Que no me sigas fulano que te voy a disparar.” Se repite la historia, por un minuto se detiene el agraviado, pero al correr el bandido éste se le paga atrás. Los testigos dicen que el episodio se repitió hasta cuatro veces. La última vez, el hampón finalmente mató de un tiro al desdichado empleado. Que inocencia de aquellos tiempos, tanto de víctima como de victimario¡ Hasta los ladrones de aquellos tiempos eran más comedidos que los de hoy. ¿se imaginan a un ladrón dicéndole a su víctima que no lo siga porque le va a disparar? Los de hoy disparan antes de robar, durante el robo y rematan a su víctima al irse.

Por Luis Heraclio Medina Canelón 


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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde