Aunque ese nombre ya no lo usamos, en la Valencia desde mediados del siglo XIX se denominaba La Quinta a un popular sector de Santa Rosa. Allí estaban establecidos distinguidos vecinos como por ejemplo Luis Ernesto Branger, Carlos Navas Spínola o el ingeniero Mariano Revenga. Allí también se establecieron las primeras industrias de la ciudad. Posiblemente el sector debía su nombre por alguna de las suntuosas quintas donde residían los vecinos más ricos del vecindario.
En 1880 todavía sólo existía un puente sobre el río Cabriales, el antiguo puente Morillo, por lo que el gobierno de Guzmán Blanco ordenó la construcción de un segundo puente sobre nuestro río, precisamente en el sector de La Quinta, un lugar estratégico que facilitaba las comunicaciones hacia el sureste: con el Llano, Manuare, Los Naranjos y toda la cuenca del Lago de Valencia y potenciaría la actividad comercial de Valencia y Puerto Cabello. En esos tiempos el río era mucho más caudaloso y en temporadas, especialmente en invierno, era imposible de vadear. Más de uno había muerto ahogado.
Para dirigir la obra se designó una “junta de fomento” dirigida por el general valenciano Gregorio Cedeño, fidelísimo amigo del dictador Guzmán Blanco. Cedeño antes de meterse a guerrero era carpintero de profesión y su único mérito para ser designado en el cargo sería ser incondicional de Guzmán, quien por esos años lo designaría ministro de guerra, pero el general tuvo que renunciar por tener problemas de salud mental.
En 1879 comenzó la construcción: tendría casi 20 metros de longitud y unos ocho metros de ancho. Bases de cemento y estructura de hierro y madera. Su ingeniero sería Mariano Revenga, que vivía casi en su frente. Algunos llamaron al puente con el apellido del ingeniero constructor. Llama la atención que la fabricación la hicieron en madera, cuando en esa época ya se utilizaban bastante el hierro y el cemento.
La inauguración se programó para el 27 de abril, fecha de la revolución de Guzmán, quien ya llevaba 10 años en el poder.
Para el acto inaugural, el 27 de abril, estaban invitadas todas las personalidades civiles y militares de la ciudad: políticos, generales, sacerdotes, intelectuales, directores de colegios, periodistas, los músicos de una banda que interpretaría las piezas de rigor y centenares de parroquianos, unos de a pie y otros a caballo. No cabía un alfiler en el puente de madera. Más de cuatro mil personas presenciaban el acto. Unos quinientos estaban sobre el puente.
Eran pasadas las cuatro de la tarde cuando un doctor Castro, el orador de orden, terminó su discurso de loas a Guzmán y la muchedumbre aplaudió con furia y ocurrió el desastre:
La estructura cedió por su centro quedando como una enorme “V” formada por las vigas de madera y luego se vinieron abajo las columnas de hierro y concreto. Abajo, en la base de la “V” sumergidos en aguas del Cabriales, docenas de personas aplastados por enormes trozos de madera. En el acto murieron Nicolás López Arvelo, el coronel Juan Agustín Villegas y un señor Villanueva. Hubo 70 heridos, entre ellos el propio ingeniero Revenga, el doctor Daniel Quintana, el secretario de Estado Ignacio Páez Pumar, el señor Ramón Ferreyda, Ramón Herrera, el General Silva Castillo, Bernardo Tarbes, Mariano Espinal y quien luego sería rector de la universidad, el doctor Alejo Machado y su hijo. También lesionados varios de los músicos de la banda, quienes vieron perderse entre las aguas sus instrumentos. Ninguna dama se registra herida.
Para aquellos tiempos esta fue una tragedia nacional, que conmocionó a toda la república.
La compañía de zarzuelas que se presentaba en Valencia suspendió sus presentaciones por el duelo, y por supuesto, la banda, con muchos de sus miembros heridos y sus instrumentos destrozados, dejó de dar la retreta por mucho tiempo.
El sector de “La Quinta” sería lo que hoy llamamos Urbanización Michelena y el puente quedaba poco más o menos en lo que hoy es la intersección de la Calle Michelena con avenida Urdaneta.