Sucesos
Los huérfanos del femicidio: huellas imborrables de la violencia machista
La psicóloga Magdymar León explicó que la violencia de género no es un problema privado
23 de marzo de 2025
Sucesos.- Durante los últimos años hemos escrito sobre los femicidios, sabemos que representan la expresión más extrema de la violencia de género, en la que la vida de las mujeres es arrebatada por la fuerza bruta.

Según las ONG Utopix y Cepaz, en 2024 al menos 185 mujeres fueron asesinadas por razones de género en Venezuela: un promedio de una cada dos días, y además se reportó un intento de femicidio cada 41 horas.


Utopix además reportó que durante ese período, al menos 74 niños y adolescentes quedaron huérfanos producto de acciones femicidas en todo el país, de acuerdo con un trabajo especial que publicó el diario El Universal.

Se trata de hechos horrendos que son manejados sin muchos miramientos, en la mayoría de los casos las historias de estos crímenes se limitan a reseñas en medios de comunicación y redes sociales, y esas historias no van más allá de alguna optimización para que se hagan más clicks, pero no hay mucha búsqueda de qué pasó con los sobrevivientes.

Estos hechos marcan de por vida a las personas cercanas a las víctimas, y si hay un protagonista del que poco se habla, o se escribe, es sobre los hijos e hijas de las mujeres asesinadas, las otras víctimas de esta ola de violencia.

El trauma que perdura

Magdymar León, psicóloga, docente universitaria y coordinadora de Avesa, explica que los femicidios no solo arrancan vidas, sino que dejan a menores en un limbo emocional.

“Quienes presencian el crimen o son conscientes de él quedan marcados de por vida. Eso afecta su desarrollo y puede derivar en ansiedad, depresión y estrés postraumático, entre otros”, asegura.

El impacto varía según la edad, el vínculo entre la madre y el agresor, el contexto familiar y el apoyo posterior que reciban los sobrevivientes. Cuando el victimario es el padre, el conflicto emocional se agrava: “El amor hacia él se mezcla con el repudio a sus actos, generando una confusión devastadora”, añade León.

Secuelas por edades

El daño, o el impacto del femicidio tendrá efectos distintos de acuerdo a las edades de los sobrevivientes. Son eventos traumáticos, que afectan a todos, sean niños o adultos, la violencia extrema desencadena reacciones físicas y psicológicas, pero en los niños sus efectos son más duraderos, ya que tendrán que vivir con ellos a lo largo de sus vidas.

Cuando el menor sobreviviente tiene de cero a seis años puede sufrir de regresiones emocionales, pérdida de control de esfínteres, retroceso en el lenguaje, miedo al abandono y dificultad para formar vínculos seguros.

Si tiene entre seis y 12 años: agresividad, aislamiento, bajo rendimiento académico, culpa persistente y depresión.

Adolescentes: depresión severa, autolesiones, consumo de drogas, conductas sexuales de riesgo e ira crónica. El 40% desarrolla comportamientos autodestructivos, según estudios locales.

Algunos tendrán dificultades en la identidad y autoestima, así como una rabia exacerbada y la sensación de injusticias en su contra.

Cuando el agresor es el padre

León agrega que cuando analizamos los efectos de esta violencia y vemos la identidad del victimario, el panorama de los efectos en los sobrevivientes se complica.

Los menores enfrentan un dilema identitario: cuestionan si heredarán los patrones violentos, desarrollan desconfianza hacia figuras de autoridad y temen la estigmatización social. “Asocian a los cuidadores con traición y dolor”, explica la psicóloga.

“Si el agresor es el padre, desarrollan sentimientos y conflictos internos que requieren atención para ser superados; el menor sentirá confusión entre amor y odio hacia el padre, tendrá sentimientos encontrados ante lo que era y lo que ocurrió. Es probable que no desarrolle confianza hacia figuras de autoridad a las que asociará con la traición y el dolor que sufre”, destaca.

Se cuestionará si él es igual a su padre, Desarrollará inseguridades, en las relaciones, tendrá miedo de actuar y reaccionar como él, además puede sufrir de la estigmatización de ser señalado de repetir los patrones de violencia que vivió de niño.

Pero cuando el padre no es el agresor, hay otro tipo de situaciones a superar, por una parte está el duelo, que será complicado si su padre se encuentra emocionalmente devastado. Además si no recibe apoyo afectivo y emocional, se sentirá desprotegido. Desarrollará sentimientos de injusticia y pensamientos recurrentes de venganza.

Ante todos estos aspectos, es fundamental que los familiares sobrevivientes, sean menores de edad o adultos, reciban algún tipo de asistencia psicológica y emocional, para atravesar el duelo y las consecuencias de un crimen tan devastador.

Ausencia de redes de apoyo

Uno de los grandes problemas con este tipo de violencia, es que es considerada como un asunto personal, o familiar en el mejor de los casos, con lo que cualquier tipo de interacción y de apoyo externos prácticamente quedan fuera de consideración, en otras palabras: si no hay alguien que incentive la búsqueda de ayuda especializada, los familiares cargan con los traumas de los sobrevivientes cada quien a su manera.

En Venezuela no existen políticas públicas ni iniciativas privadas para atender a estos menores. “Quedan a la deriva en un país donde los femicidios son recurrentes”, denuncia Magdymar León.

La experta urge a crear programas especializados: “Es vital atajar las consecuencias de no proteger a las mujeres ni a sus hijos”.

La violencia de género no es un problema privado: exige respuestas colectivas para sanar las heridas invisibles que perpetúan el ciclo del dolor.

Finalmente hizo un llamado a reflexionar “sobre esta situación, debemos dar respuestas para atajar las consecuencias de la ausencia de políticas efectivas en la prevención y atención a la violencia contra las mujeres y sus sobrevivientes”.

*Artículo publicado originalmente en el diario El Universal: Los huérfanos del femicidio: huellas imborrables de la violencia machista
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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde